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Silvia Prieto de Martín Rejtman

Luis Gómez Córdova


Durante la última década del siglo XX el cine independiente era un auténtico caudal. Con el auge de dispositivos que arropaban el bajo presupuesto, como el vhs o la accesibilidad de la película, distintos realizadores o colectivos pudieron mirar con esperanza sus respectivos proyectos. Netflix estrenó hace unos años un estupendo documental sobre un proyecto perdido hecho por un grupo de chicas singapurenses, Shirkers (2018), que sirve como evidencia del espíritu entusiasta que rondaba en los noventas. También aparecieron los Tarantino, los Anderson (Paul y Wes, aunque no tienen parentesco), incluso los finales de grandes directores como Éric Rohmer y los fabulosos de Krzysztof Kieslowski.

Latinoamérica no fue la excepción. Si bien existen matices, el panorama respecto a los apoyos gubernamentales eran paupérrimos y la industria cinematográfica basaba su rentabilidad en las producciones hollywoodenses o europeas. Sí, hablo de hace treinta años, pero tristemente sigue siendo actual. Sin embargo, la luz es difícil de ocultar y algunas cintas lograron verla. Tal es el caso de Silvia Prieto (1999) de Martín Rejtman, a la que vale la pena dedicarle un momento. Debo confesar que llegué a ella por obra del azar, de esas veces en las que decides decantarte por algo desconocido y permitirte la decepción o la sorpresa. Mi experiencia se resume en lo último.


Comedia que parte de lo absurdo o de las propias situaciones, y cuyas emociones parecen contenidas en su ejecución actoral. Protagonizada por Rosario Bléfari (Silvia Prieto) cantante, actriz y escritora que falleció recién en 2020; rodeada de un corto cast en donde figura el también cantante Vicentico. Esta película argentina es considerada de culto dentro de la filmografía de aquel país, y resulta muy interesante por su abordaje. La historia inicia con la decisión de Silvia de dejar la marihuana y cambiar de aires. Ella tenía una vida organizada, trabajaba en un café y contabilizaba todos los días el número de bebidas vendidas. Decide irse de vacaciones y allí conocerá a un turista italiano, quien le hará saber que existe otra Silvia Prieto en su ciudad, sumando una crisis de identidad al ya latente cuestionamiento sobre su estilo de vida.

El relato de Rejtman llega a convertirse en uno coral (Silvia pierde el protagonismo de su propia historia), y explora estos temas tan complejos por los que la mayoría atravesamos. La genialidad reside en lo fácil que parece hacerlo y construir su trama. Martin demuestra que el cine independiente no es sinónimo de precariedad en su calidad. El principal recurso del que se vale el director y guionista para representarlo, es la metáfora. Hay una muñeca, un saco Armani, una lámpara botella; cada personaje que se atraviesa en la vida de Prieto le deja algo, un objeto. La va dotando de nuevas cosas, aunque al final vuelven a su lugar de origen, son destruidos o llegan a nuevos destinos. Todo va tomando un nuevo rumbo.

La película posee un ritmo ligeramente sosegado, resultado de la propia naturaleza de sus personajes, que por momentos son fríos, melancólicos y con cierta actitud despistada. Características que conforman un estilo y no un desacierto. Rejtman parece inspirarse en Vincent Gallo y su platinada Buffalo ’66 (1998), y en L'Ami de mon amie (1987) del inagotable Rohmer. En la producción, el cuidado de la colorimetría es magnífico, con lo que también recuerda al proceder del director francés. La distancia de los personajes de Rejtman con su entorno, hasta el punto de llegar a expresar cierta incomodidad, lo asemeja a trabajos recientes como los filmes de Yorgos Lanthimos o a los de Sofia Coppola. Hay cierto desencanto en los protagonistas, pero también hay una dinámica en bruto, natural en las producciones independientes.

¿Cómo se conforma una crisis? Aunque hoy todo luce incierto y eso suena normal, hay momentos en los que somos más susceptibles a enredarnos en una. Los veintisiete son los primeros escalones a la tercera década de vida. Para entonces, deberías tener una casa, un auto, el trabajo de tus sueños o muchos proyectos exitosos; una pareja estable o hasta un matrimonio. Creo que no hay un momento de la vida más disruptivo —quizá la ingenuidad se pierde más adelante— que la segunda mitad de los veintes. Quizá es ese momento en que se rompen muchas cosas y que hay que recalcular todo, hasta las expectativas. Si hay algo que se nos vende en cada historia, por la naturaleza misma de narrar, es que somos seres especiales, únicos y diferentes. El director pone al descubierto esto, y Silvia Prieto se reinventa absolutamente toda. Puede que el mayor logro sea que ya no importe nada, ni lo común del nombre propio, ni el recuerdo de un matrimonio fallido, ni alojar a extraños, ni jugar con su persona ni ser descubierta.

¿Existe algo más significativo para la normatividad que los reality shows? Para una sociedad encantada por el espectáculo, el drama y el morbo, parece ser una opción de rescate para aquellos que no se han alineado o para quienes no han encontrado una pareja, y a la vez obtener “diversión”. Dentro del mundo de Silvia Prieto tienen lugar este tipo de programas. Aunque ella no participa en tal, sí se presenta ante nuestros ojos espectadores, y la vemos desde un sitio distinto al de jueces. Silvia atraviesa una crisis personal que toca ámbitos como el amor, el éxito y la individualidad; repasa los sueños y se agobia por las rutinas, así como la situación laboral en general. Se puede resumir en ese choque entre ideales, que se vienen arrastrando desde la infancia y la preadultez, con la realidad. Esta película está disponible en YouTube y en la plataforma de Mubi, y por supuesto que esto es una recomendación.




Luis Gómez Córdova es licenciado en Letras Españolas por la Universidad Veracruzana. Ha colaborado en proyectos editoriales como el libro 100 años de Revueltas. Reflexiones político/filosóficas (UV-2019) y en el proyecto Cinética Revista Cultural (2017-2019). Cuenta con experiencia en fotografía y cine, campos en los que ha desarrollado proyectos de forma independiente. Ha trabajado en ferias del libro como “Diente de león. Los libros viajan hacia ti” (2020), la 31ª edición de la Feria del Libro Infantil y Juvenil (IVEC-2021) y la Feria Internacional del Libro Universitario (2022).

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