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Mapas corporales. Historias, relatos y conceptos que nos atraviesan

pergoladehumo

 

Alejandra Zuccolotto

 

De la Garza Claudia y Derbez Eréndira, Mapas corporales. Historias, relatos y conceptos que nos atraviesan, México, Penguin Random House, Colección Lumen, 2023, 350 pp.

 

No recuerdo el momento en que fui consciente de mi cuerpo; existen teorías que consideran que sucede a una edad temprana. En psicoanálisis, por ejemplo, Jaques Lacan propone el “estadio del espejo”. Durante esta etapa, que tiene lugar de los seis a los dieciocho meses, el o la bebé no coordina del todo bien su cuerpo, por lo que sus movimientos son un tanto erráticos y no puede controlar su postura; sin embargo, al colocarle un espejo al frente tratará de encontrar una posición que le permita conseguir lo que el autor llama una “imagen instantánea” de sí mismx, la cual, a diferencia de cualquier otro mamífero —pongamos de caso un chimpancé—, provocará cierta emoción, pues la o el infante se reconocerá en ese reflejo y logrará ver su cuerpo como una unidad y no como algo fragmentado. A partir de ese instante, se efectuará un proceso de madurez, acompañado de otras tantas consecuencias. 

Una de esas consecuencias, considero, es que unx, al saberse con una corporalidad, también se da cuenta de las demás y de sus diferencias. Si bien no recuerdo cuándo tuve conciencia de ella, sí del instante en que supe que no correspondía con la esperada. Desde pequeña se me hizo saber que mi cuerpo debía ser de cierta forma, cumplir con cierto peso y estética. Se me vigilaba y juzgaba por lo que comía y por cómo era físicamente; no faltaron los apodos y las burlas de compañerxs a quienes también se les inculcó una idea específica del cuerpo. Claudia de la Garza y Eréndira Derbez han reflexionado acerca del tema de la corporalidad y las implicaciones que existen al poseer una; esto derivó en una colaboración entre ambas para poder presentarnos su libro Mapas corporales. Historias, relatos y conceptos que nos atraviesan (2023). En él, las autoras comentan que nuestro cuerpo está conformado por una historia, que se trata de un lugar donde se inscriben significados influidos socialmente, y que la manera de verlo, pensarlo y entenderlo varía de acuerdo al lugar y el tiempo. 

            Conforme se avanza en la lectura, es posible notar una gran labor de investigación que comprende diversas nociones y conceptos acerca del cuerpo y las partes que lo conforman, así como las ideas en torno a la belleza, el racismo, la colonialidad y la edad, entre otras normativas que rigen la manera en que miramos y nos miran. De la Garza y Derbez mencionan que se trata de un ejercicio cartográfico, cuya intención es facilitar el análisis y la problematización del cuerpo como un territorio conflictivo en el que se concentran discursos, normas, genes, deseos y violencias que lo impactan, pero también lo fragmentan y moldean. Esta exploración no se limita al cuerpo, sino que se expande a lo social, donde diversos sucesos tendrán un efecto distinto de acuerdo con un sinfín de variantes. Un ejemplo es el caso de la pandemia de Covid-19, que supuso consecuencias diferentes en función de la experiencia social y situación socioeconómica, ya que el poder adquisitivo de las personas tiene que ver con su forma de vivir o sortear una enfermedad.

Para las autoras, las diferencias sociales resultan importantes porque operan en el establecimiento de las fronteras del cuerpo, caminar por sus territorios posibilita aproximarse a las varias maneras de percibirlo a través del tiempo y espacio. Por otra parte, me parece valioso que ambas consideren importante reconocer el lugar desde donde enuncian, pues les permite darse cuenta de que su forma de vivir la violencia dista mucho a la vivencia de aquellxs que no gozan de los mismos privilegios. No se trata de hablar por lxs demás, sino de invitarlxs a participar en la conversación. En este sentido, el libro funge como una caja de herramientas cuya información brinda el conocimiento sobre el cuerpo y su historia y con ello poder involucrarse en todos esos debates que se gestan alrededor de él.

Como mencioné antes, esta obra hace un recorrido a través de las distintas partes del cuerpo y los significados e ideas que se han hecho alrededor de ellas, comenzando por la piel, donde se va escribiendo nuestra historia, aparecen arrugas, cicatrices y estrías a manera de testimonio de nuestra presencia, mientras que nosotrxs también escribimos sobre ellas. En la piel tienen lugar los tatuajes, allí muestran su historia a lo largo del tiempo y de las culturas, su variación de formas y sentidos desde sus orígenes en la Grecia antigua durante los siglos VIII-VI a. C. Por mucho tiempo, el tema de la tinta en la piel fue un tabú y generó ciertos prejuicios sobre las personas que los portaban, aunque en la actualidad son más aceptados. Sin embargo, existen otros tabúes que aún no hemos superado, como el de los fluidos, tan naturales en nuestro cuerpo y con una carga simbólica impresionante: la sangre menstrual era hasta hace poco era tema de vergüenza, tanto así que, en comerciales de toallas y tampones, se empleaba una especie de líquido azul para demostrar su nivel de absorción, ya que al parecer se consideraba una imagen demasiado fuerte y realista el utilizar uno de color rojo.

Cada parte del cuerpo es un apartado en este libro, en el que se habla sintéticamente sobre su historia y de cómo, según la época, se planteaban estándares para considerarlos bellos o atractivos. Asimismo, se indaga sobre todos los procesos por los que pasamos al poseer un cuerpo (la menstruación, el embarazo, la masturbación, por decir algunos), pues todas las creencias y mitos que se generan en torno a ellos también influyen en cómo vivimos nuestra corporalidad y sirven como forma de control. Tal es el caso del mito de la virginidad, que de acuerdo con las autoras, ha servido en muchas culturas como una manera de subyugar el cuerpo de la mujer y reprimir la experiencia de su sexualidad, a pesar de que esto implique ir en contra de un derecho humano como lo es el placer.

Por último, con respecto a la edición, entiendo que se haya optado por usar un lenguaje incluyente con la intención de tomar en cuenta todas las identidades; no obstante, desde mi perspectiva, el uso de la x hubiera resultado un tanto más orgánico para quien lea el libro, pues en consonancia con Yadira Hidalgo González, la e sirve para aquellas personas no binarias, es decir, quienes no se identifican con los géneros masculino y femenino, y no se trata de morfema aglutinante. Esto, en definitiva, no demerita en lo absoluto el trabajo de Claudia de la Garza y Eréndira Derbez, siendo esta última la autora de las ilustraciones que acompañan cada uno de los apartados del libro.

 

 

 

Alejandra Zuccolotto Rodríguez es licenciada en Psicología y en Lengua y Literatura Hispánicas por la UV. Correctora editorial y colaboradora de la revista literaria Pérgola de Humo.

 

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