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Cuerpos, identidades y el “orden” que los atraviesa

Actualizado: 19 jul 2022



Julio Villalva


I

Hace unos días vi la película Petite Fille (2020), de Sébastien Lifshitz, documental que aborda un año de la vida de Sasha: una niña de nueve años que va en segundo grado y le gusta hacer ballet. Sasha desde que tiene tres años fomenta un sueño: crecer para poder ser una niña. Podría parecer un personaje de cuento de Carlo Collodi pero ni se trata de un cuento, ni Sasha es de madera.

La película muestra cómo Sasha, en el albor de su vida, enfrenta una serie de obstáculos cuya hostilidad se antoja innecesaria por gratuita. Tanto el director del colegio al que asiste como los maestros con los que convive se niegan a tratarla como ella se siente y se vive a su temprana edad. Según el criterio heteropatriarcal, tratarla como niña —con el argumento de que su “biología no se corresponde”—, no sólo contraria la concepción binaria que la hegemonía entiende (sexo y género como una y la misma cosa), sino que incluso se cree con el derecho de señalarla como “sujeto anómalo”, condenándole y relegándole hacia la periferia como si fuese un desecho (Butler, 2005, p. 288). Ante situaciones de este calibre, “lo normal” dentro del sistema es algo que perturba por violento.

Subestimar lo que Sasha cree de sí tiene el objetivo de deslegitimar lo que ella quiere, la heteronorma no duda en sobajarle y anularla bajo el argumento de que, a su edad, ¿cómo va a saber ella lo que quiere? El caso de Sasha se enmarca en el campo de la disforia de género: su sexo biológico no se corresponde ni con su identidad de género ni con el rol que asume. En este caso la disforia se aplica como disconformidad, y no como trastorno (de identidad de género). No se trata ni de un desorden mental ni de una patología, por más que se quiera endilgar. Está más que comprobado que cuando se presenta una disfunción social, familiar y/o laboral, las causas que desregulan al sujeto no son aquellas que parten de su psique, sino de situaciones que se generan a partir de las experiencias de rechazo social a las que se ven orilladas (CNN Español, 2016).

La actitud que nos presenta Sasha —a su edad— en el documental, es de un valor y una autenticidad que destacan al no doblegarse frente a la narrativa en la que se le quiere encajar. La claridad que posee Sasha de sí misma reta al sistema y hace evidente que lo anormal no es su comportamiento sino el estigma con la que se le (des)califica. Sébastien Lifshitz lo expone: “Mi película no trata sólo de una niña transgénero, sino también sobre personas que no se ajustan a la norma o que son diferentes” (Vena, 2020).

Al ponerlo en primer plano, Lifshitz hace evidente, por absurda, una “realidad” que dañina, cruel y perversa, se ensaña con aquellos sujetos que no encajan en el perfil de la heteronorma.


II


En 2021, por casualidad, conocí al artista multidisciplinar y activista no binario Joss Jaycoff en una entrevista donde le escuché decir:


Si no se nos puede reconocer legalmente, no podremos crear leyes que nos protejan. Tenemos discursos actuales que vetan la diversidad, que dicen que no existe, que somos personas que queremos llamar la atención […] La cantidad de violencia con la que yo me encuentro a diario no compensa el hecho de que yo quiera llamar la atención. (La Sexta, 2021)

El comentario acerca de llamar la atención se maneja como moneda de cambio peyorativa cuando se señala al mundo no binario y trans. Se trata de un patrón que se replica (un eco que se repite) dentro del contexto social y cultural como una patología que subyace en el inconsciente colectivo.

Todo aquello que rebasa el prototipo de lo masculino y lo femenino según el estándar dominante es motivo de duda y bajo prejuicio se descalifica: lo que no se sujeta al protocolo identitario está enfermo o es desequilibrado. La lectura al respecto no es nada halagüeña en razón de que deriva en la burla, la ofensa y, en el peor de los casos, en la violencia física y mental como único trato bajo la visión patriarcal. El sesgo que se establece como “anormal” discrimina, condena y margina lo señalado e impone de manera fracturada una narrativa particularmente taxativa. No obviemos que la (auto) afirmación heterosexista se sustenta como contraparte de lo que niega: “En la tradición judeocristiana, las identidades de género se construyen mediante proceso de naturalización excluyentes, en los que se niega en el varón lo que se atribuye a la mujer y viceversa” (Guash, 2000, p. 123).

Uno de los problemas al respecto está en el punto donde lo binario se erige como enmienda y el modelo de gestión sexual del deseo se heteronormatiza como única realidad. Lo que se oculta en el fondo de esto no es torpeza, sino algo mucho más siniestro y turbio cuya violencia impone mito y fantasmagoría para legitimarse. Ante lo que se desconoce, y me refiero a aquellas tramas mucho más complejas donde las identidades fluyen y oscilan, se antepone per se el descrédito y el prejuicio. No “asumir” lo que la naturaleza “determina” pareciera ser la premisa con la que se da pie a la condena. La lectura corrobora que el no cumplimiento de las normas nos pone bajo sospecha y sesgo: el primero descalifica, mientras que el segundo margina. Quizá por ello la discreción se torna en valor que blinda la heteronorma: al no abrir (—lo incorrecto—) en la caja de Pandora, el agravio no da pie al insulto.




III


Mi abuela solía decir: “Lo claro es lo decente”. Pero para ella lo “decente” nada tenía que ver con el “decoro”, ni con el “recato” y su manida carga moral, sino con lo auténtico y lo honesto. Iba más en el sentido de lealtad con una(o) misma(o) y no con lo conveniente al sistema. El caso de Sasha, como el de Joss Jaycoff y el de muchos otres, pone de relieve que la autenticidad, su deseo de ser, suceder y asumirse libremente en lo posible, no es posible. A primera vista, ésta es la pantalla.

Bajo el prisma de mi abuela, lo decente en tanto que digno e íntegro, tiene más sentido dentro de la disidencia sexual que bajo el precepto de masculinidad y feminidad heteropatriarcal. Desafortunadamente, la descalificación sistemática que el propio aparato hegemónico impone a las realidades diversas, otras y otres, soslaya de continuo las múltiples realidades con sus muy variados gustos y placeres, perpetuando atavismos, reeditando exclusiones, discriminaciones, sanciones, maltratos y no pocos crímenes. La falta de reflexión y de empatía subvierte la violencia y perversamente la justifica. Se trata de una discriminación estructural que se pretende normalizar a partir del prejuicio. Las consignas que se replican confunden en tanto que subrayan lo distinto como doblemente diferente: por un lado lo alejan y por el otro lo hacen incomprensible, extraño y monstruo de sí, “[…] hablamos de la intensificación de los prejuicios personales, de pensamiento único” (Eddo-Lodge, 2021, p. 215).


IV


El peso que representa la imagen que tiene que corresponder a un cuerpo queda ilustrado en el suceso ocurrido en los Mundiales de Atletismo de Berlín 2009, con la atleta sudafricana Caster Semenya. Debido a su apariencia física, músculos y vello facial producto de una sobredosis de testosterona natural, levantó la sospecha respecto a su sexo. Por ese motivo se solicitó al Comité Médico de la Federación Internacional: especialistas en anatomía, biología, endocrinología, fisiólogos y psicólogos, certificaran la “realidad” sexual de la atleta. “[...] la competidora de 18 años es sometida a pruebas de verificación de sexo, por las sospechas generadas debido a complexión física y su explosión deportiva, reflejada en un acelerado mejoramiento de sus tiempos” (La Jornada, 2009).

Semenya volvió a ser campeona olímpica en Londres 2012 y en Río 2016, pero en Doha 2018 la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) condicionó su participación siempre y cuando se sometiera a un tratamiento para reducir el excedente de testosterona que su cuerpo produce (hiperandrogenismo), a lo que se negó expresamente (López Trujillo, 2019).

La apariencia física y la superioridad en los récords que impuso esta atleta le valió injustamente el estigma sexual: un nivel de violencia no sólo como deportista sino como sujeto en el ámbito social. El asunto que vincula la testosterona como patrimonio masculino no es sino parte de un mito que se ha perpetuado de manera equivocada (Karkazis y Jordan-Young, 2019). Las coordenadas en las que nos movemos como sujetos generizados sexualmente son múltiples, no anómalas.


V


En 1993, Anne Fausto-Sterling, especialista en biología molecular, sacudió al mundo intelectual señalando que no había dos sexos (hombre y mujer), sino cinco. En su opinión, "además de machos y hembras, deberíamos aceptar también las categorías de herm (hermafroditas «auténticos»), serm («seudohermafroditas» masculinos) y serf («seudohermafroditas» femeninos)" (Fausto-Sterling, 2006, p. 103).

En octubre de 2005, en la ciudad de Chicago, se realizó una reunión en la que se determinó modificar la terminología sobre los estados intersexuales e incluir el hermafroditismo en un concepto totalizador: Desórdenes del Desarrollo Sexual (DSD por sus siglas en inglés), donde incluso se abrieron dos categorías más:


[...] independientes de los hermafroditismos: se trata de los “hombres” que tienen dos cromosomas femeninos, a los que debemos referirnos hoy como “46, XX DSD testicular”, y los “hombres” que tienen cromosomas masculinos pero fenotipo o formas femeninas, a los que a partir de ahora habrá que llamar “46, XY disgenesia gonadal completa. (Flores, 2008)

A partir de esto, ya no se trata de los cinco sexos que propuso Fausto-Sterling, sino de siete.


"Pero el cambio en la nomenclatura de los estados intersexuales es sólo fachada. El artículo producto de esta reunión, aparecido en 2006 (Pediatrics 118 (2): e488-e500), contiene en su parte medular el consenso oficial de esas comunidades médicas sobre el manejo completo de los estados intersexuales, a los que, además de considerar siempre patologías, debe reencauzarse dentro de las categorías únicas de mujer u hombre. Se trata de la expresión más acabada de la medicina científica para definir y determinar el sexo en los humanos al iniciar el siglo XXI" (Flores, 2008).


VI


La parafernalia de apertura e inclusión, en consideración de las diversas realidades sexuales, aún está lejos de propiciar un panorama optimista. Los prejuicios y lo violento de la heteronorma, que cruza a todo cuerpo cuyas diferencias no obedecen al estándar por exceso o por defecto, continuará relegando a la periferia de lo no deseado, de lo non grato, convirtiéndolo en víctima, ya se trate de niñas(os) hiperactiva(os), inmigrantes, discapacitadas(os), ancianas(os), mujeres, homosexuales, desclasadas(os), indígenas, travestidas(os), transexuales y transgénero. Esto hace evidente que la división binaria del mundo no será algo que podremos dejar de lado. Pensarlo no sólo es ingenuo sino fuera de lo real. Sin embargo, sí podemos augurar como factible lo que las redes de apoyo ya están haciendo posible, generando las colaboraciones convenientes y las solidaridades oportunas, creando (como ya está sucediendo) los escenarios necesarios para la coexistencia de procesos de subjetivación, donde las reivindicaciones identitarias ocupen cargos de representación para que pueda ser posible facilitar un campo de interseccionalidad que perfile y fortalezca con ahínco y persistencia un mejor futuro, próximo al prójime.



Referencias


Butler, J. (2005). Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Paidós.

CNN Español. (2016). Expertos recomiendan a la OMS retirar el transexualismo de la lista de desórdenes mentales. https://cnnespanol.cnn.com/2016/08/03/expertos-recomiendan-a-la-oms-retirar-el-transexualismo-de-la-lista-de-desordenes-mentales/

Eddo-Lodge, R. (2021). Por qué no hablo con blancos sobre racismo. Península.

Fausto-Sterling, A. (2006). Cuerpos sexuados. La política de género y la construcción de la sexualidad. Melusina.

Flores, J. (16 de diciembre de 2008). La muerte del hermafrodita. La Jornada.

Guasch, Ò. (2000). La crisis de la heterosexualidad. LAERTES.

Joss Jaycoff. (22 de noviembre de 2021). JOSS JAYCOFF en el Intermedio, LaSexta. Identidades No-Binarias [Video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=AFlnWsobShY

La Jornada. (20 de agosto de 2009). La IAAF pide a Sudáfrica confirmar el sexo de la atleta Caster Semenya.

Lifshitz, Sébastien (Director) y Meynard, Muriel (Productor). (2020). Little Girl (Petite Fille). Francia, Agat Films.

Vena, T. (2020). Sébastien Lifshitz. Director de Una niña. Cineuropa. https://cineuropa.org/es/interview/385969/

Zoja, L. (2018). Los centauros. En los orígenes de la violencia masculina. Fondo de Cultura Económica.





Julio Villalva (Ciudad de México). Estudié Danza en la Escuela Nacional de Danza Contemporánea (INBA) y Artes Visuales en la Facultad de Artes y Diseño (UNAM). Actualmente soy doctorando en Investigación y Creación en Arte en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), Bilbao. Coautor del libro Yol-Izma: la danzarina de las leyendas (1997). Colaborador de las revistas Claudia (1988); Ángulos (1994-1995); Straversa (2021), y Espejo Humeante.

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