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Primeros apuntes sobre estética

 

Gerardo Hernández

 

Leo a Bajtín para planear mi ingreso al doctorado. Por una casualidad también descubro que se cumplen cien años de “El problema del contenido, el material y la forma en la creación literaria”. Si bien el ensayo se enfoca en los problemas de poética, ésta es indisociable de lo estético.

Primera hipótesis: la estética, tan pregonada en nuestros días por la Secretaría de Educación Pública y por multitud de teóricos y divulgadores, continúa incomprendida. Entendida como una extensión de los estudios artísticos, ya sea literatura o arte, la estética parece sometida a todas las fuerzas externas, llámese psicología, estructuralismo, ecología o un largo etcétera. No es restarles valor a esos enfoques, pero sí admitir que su interés no está en la obra y su sentido, sino en lo que nos pueda decir de nuestras propias preocupaciones y manías.

Segunda hipótesis: el abandono de la estética se explica por su complejidad para analizarla. En 1924, Bajtín entendía que este problema surgía a partir de la dificultad de entender la naturaleza estética de una obra y sistematizar su análisis. Al mismo tiempo, la búsqueda de una teoría que sustentara de manera científica el estudio de la literatura, de la poética en el sentido aristotélico original, promovió el desarrollo de una propuesta que parecía responder a todas las trabas e inconvenientes presentados hasta esa época. El formalismo ruso surgió como un faro que iluminaba los mares hasta entonces oscuros de la ciencia del arte y su análisis riguroso. Por supuesto, esa luz tan sólo iluminaba la superficie.

En nuestros días, la situación continúa de manera similar. En gran medida por el desafío que supone un estudio poético, los planes de las diversas licenciaturas en letras del país se limitan, en su mayoría, a enseñar el análisis de ciertos elementos que constituyen una obra sin profundizar o articular un pensamiento completo que nos permita comprender su naturaleza y su sentido estético. Si bien es cierto que el predominio del formalismo y el estructuralismo (esto es, de los enfoques de marcado carácter retórico) ha disminuido, también es verdad que constituyen, por lo general, la mayor parte de los trabajos. Por ejemplo: se estudia el cronotropo en una novela de un autor, o el uso de ciertos elementos lingüísticos en tales poemas. Se rasca apenas el sentido de la obra sin llegar a él, tan sólo se entiende su superficie. Y es que sistematizar el estudio de la estética, como bien advierte Bajtín, es difícil por su naturaleza.

Pensemos en cualquier obra que defendamos hasta la muerte. Reconocemos al leerla que tiene una estética, que responde a una necesidad artística, que participa en la cultura y en el mundo. Mas al momento de desarrollar una explicación, nos hallamos casi mudos, limitándonos a otros elementos que no responden por completo a la cuestión estética de la obra. Esto es natural, pues ante la falta de una sistematización, nos detenemos tan sólo en lo que es tangible o aprensible. Es por esto que Bajtín advierte de la necesidad de pensar desde una estética filosófica sistemática para estudiar la poética de un texto. De otra manera, advierte que toda poética se limitaría a crear una ciencia de un determinado arte, sin considerar la especificidad de lo estético, alejándose de la unidad de la cultura humana. Esto, que parece un galimatías, tiene más sentido del que aparenta.

Tercera hipótesis: la unidad de la cultura nos permite empezar a formar una idea de lo estético. Es verdad que en nuestro siglo, los estudios sobre cultura nos han aportado herramientas para comprenderla en su amplitud. Los trabajos de Pierce, Barthes, Foucault, Kristeva, entre otros, nos han permitido comprender que la cultura humana no es fija, ni se determina en un elemento exclusivo. Sin embargo, y en el campo de lo literario, parecemos deambular en extremos, entre el olvido o la importancia desmedida. Tendríamos que recordar que esa unidad se forma a partir de varios elementos, que están presentes en la obra, y que es necesaria para entender la obra hasta cierto punto. En el caso de Bajtín, señala que la unidad de la cultura humana imbrica y se conecta con tres campos de la existencia humana: lo cognitivo, lo ético y lo estético. De esta manera, al leer una obra los reconocemos, aunque también nos podríamos perder entre ellos. Aislados, dan lugar a la desorientación. Si no se considera la unidad de la cultura, ya sea porque simplemente no se hace o porque nos detenemos en sólo uno de sus campos, nos acercamos a la confusión absoluta al analizar un texto. Si, como sucede en más de una ocasión, tan sólo nos limitamos a lo exterior, a la forma y dejamos de lado la estética, se abre la posibilidad de que todo texto verbal se considere literario. De cierta manera ya estamos en esa situación, pues ha surgido la necesidad de valorar como literario a un enorme grupo de documentos que no lo son. Sin extenderme demasiado, pensemos en los problemas que se plantean en algunos congresos o trabajos publicados, en los que el crítico duda de la naturaleza del texto que estudia, pues su origen y finalidad no era el acto literario, sino otro muy distinto. Esto, por supuesto, es tema para otra ocasión.

Ahora bien, si Bajtín habla de la importancia de la unidad de la cultura humana es por una razón de gran peso. Lo estético, si bien viene dado en la obra (incluso él mismo señala que el filósofo no se lo puede inventar), también es verdad que no se puede extraer de la nada, no puede explicarse de manera intuitiva o empírica, o caemos en la idea anterior de que todo podría ser literario. Regreso al ejercicio de la obra que defendemos a muerte. Al leerla, reconocemos su naturaleza, su finalidad estética. No importa si se trata de una obra iluminadora o si muestra la peor parte del ser humano. Pensemos en los innumerables estudios sobre Don Quijote de la Mancha, como también en los múltiples trabajos sobre el Marqués de Sade. Reconocemos que ya no defendemos la estética como algo bello, sino como ese algo mágico, ese momento que cimbra el alma y la mente, incluso si es horrible o desolador. El problema, por supuesto, es defender su valía estética si no podemos explicarla. La unidad de la cultura humana nos permite entonces buscar, como señala Bajtín, “una definición realizada en relación con otros dominios, dentro de la unidad de la cultura humana” (16).

Para esto, deberíamos empezar por una idea que contradice el pensamiento romántico: el arte no se excluye, no está aislado. Vive unido a la cultura, pertenece a ella, y por tanto, a la realidad, a la vida misma. No obstante, hay que pensar con cuidado en este planteamiento. Es verdad que el arte está unido a la cultura, pues ocupa, como dice Bajtín, “un lugar necesario e imprescindible” dentro de ella, es lo que le permite su autonomía sin aislarse y mantiene al arte con su finalidad estética que, en más de una ocasión y sobre todo en nuestra época, parecemos olvidar. ¿Cuántas obras no se defienden por su contenido ideológico o por su tratamiento del tema? Esta discusión se torna hacia lo ético-cognitivo, pero no está de más empezar a mencionarla. De cualquier forma, sabemos que el arte, entonces, surge y vive en la cultura, y su finalidad es la estética. La poética, tal como la piensa Bajtín y que tiene su origen en Aristóteles, tiene entonces como objetivo buscar y explicarnos eso.

Tras estas ideas, ¿cómo es que la cultura humana nos permite acercarnos a lo estético? A partir de los campos que la componen. El cognitivo es el conocimiento, el ético es el valorativo, y entonces queda la pregunta de qué es lo estético. Bajtín profundizará más adelante en esto, y yo también lo haré. Por ahora, sabemos que tenemos un punto de partida.

Cuarta hipótesis: tenemos confusiones con la poética porque continuamos sin comprender por completo a Aristóteles. Me alejo por un momento de Bajtín, aunque esto también surge de su propuesta. Para los que estudiamos Letras (y Teatro), la Poética de Aristóteles es el trabajo por excelencia, la piedra fundacional de toda la labor para entender un texto literario. Sin embargo, y a pesar de que se lee en clases, de que se menciona a cada rato, pasamos por alto la magnitud del trabajo y su importancia para nosotros.

A cualquier alumno o egresado de Letras al que se le pregunte sobre la Poética podrá resumir con bastante eficiencia el tema general del trabajo: Aristóteles sistematiza el estudio de la tragedia griega y explica los elementos que la conforman, así como las maneras adecuadas de unirlos para que las obras produzcan la catarsis, término que también empieza a recuperarse en el medio de la cultura. Hasta aquí, todo parece sencillo.

El problema con esta visión de la Poética y de toda la disciplina que nació con ella, id est el estudio de lo literario, es que ignora que Aristóteles buscaba explicar ese algo más de las obras. Desde el inicio se percibe su lucha para sistematizar su materia de estudio, y con razón: para él no existía el término literatura ni estética, e incluso en algún momento advierte que tal vez en el futuro alguien pueda nombrar a esas obras escritas que no eran ni poesía para embellecer, ni historia para preservar, ni tratados para estudiar. Así, la primera sección de la Poética, en la que se discute la naturaleza del arte, del acto de creación verbal y su lugar en la cultura ha quedado en segundo lugar, casi como una mención, cuando ahí se cifra el problema que perseguimos hasta ahora.

Porque Aristóteles, como buen sistematizador y observador que era, percibió que ese algo extra de lo escrito, esa innombrada estética, era la que producía el éxito de la obra, lo que la separaba también del resto de géneros escritos, la propiedad única y exclusiva del arte que usa la palabra para expresarse.

Antes de concluir, también es necesario hacer una nota para defender la idea de poética. La palabra, por razones más que lógicas, se ha asociado con la poesía. No obstante, la poética va más allá de ese género: es el estudio de toda obra que intenta comprender la estructura, el contenido, el material, la forma, y la estética. En la actualidad, hay una predominancia en los primeros elementos constituyentes de una obra, con la estética apenas mencionada. Los estudios literarios podrían retomar la poética como su guía, pero la falta de sistematización, la lejanía con lo estético nos mantiene todavía distantes. Sólo una comprensión real de la labor aristotélica nos echaría luz de nuevo en la labor. Así, entenderíamos que la poética se apoya en la retórica como una herramienta para su labor, mas no le concede toda la importancia ni se subyuga a ella.

Hasta ahora, apenas se asoma la estética en mis apuntes. Es un inicio. Una búsqueda. Lo estético, por lo tanto, sabemos que está en la obra, es su origen y su finalidad, y que ésta se entiende a partir de la unidad de la cultura humana, en contraposición y unida con lo cognitivo y lo ético. Como primera idea, hay que pensar entonces en el lugar que ocupa la estética en la obra de arte, cómo la identificamos y, sobre todo, cómo podemos apuntar hacia ella las investigaciones. Pero eso será para un segundo grupo de notas.

 

 Ilustración Irina Tall

 


Gerardo Hernández (1993)

 

 

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