top of page

Dark Microsoft: manual para escapar de la realidad

pergoladehumo

 

Alexis Aparicio

 


Dorós, Vraiux. Dark Microsoft, México, Herring Publishers, 2024, 110 pp.

 

 

Fascinados por la ruptura de las normas que anunciaba el cierre del siglo XIX, y un poco faltos de habilidad para crear argumentos sobresalientes, los autores del siglo XX exploraron la metaficción de forma incesante con la finalidad de hacer evidentes los hilos que sostenían esa maquinaria que los naturalistas pretendieron una representación objetiva de la realidad. El problema aparece con un matiz filosófico y existencial —pensemos en Niebla de Miguel de Unamuno—; procede hacia la sofisticación estilística, en una consideración de la narrativa no como el contenedor de peripecias ricas en contenido humano, sino como un simple conjunto de procedimientos y materiales lingüísticos —aquí se aparecen, aunque no los hayamos llamado, Morirás lejos de José Emilio Pacheco, “Acéfalo” de Leopoldo María Panero y “Vals de Mefisto” de Sergio Pitol—; y, finalmente, deviene lugar común propicio para la parodia, aspecto que podemos percibir ya no sólo en la literatura, sino también en las narrativas audiovisuales como los videojuegos y la televisión —en ese ejercicio mamón de ejemplos dentro de guiones largos que revelan mi erudición se me ocurren Rick y Morty y The Stanley Parable.

A esta última oleada, propongo, se agrega Dark Microsoft (2024), primera novela de Vraiux Dorós (1992). Antes de comenzar con el análisis estructuralista-decolonial-semiótico-ecocrítico, me parece indispensable responder a la pregunta: ¿quién es Vraiux Dorós? Algunos afirman haberlo visto comprar botecillos amarillos en una tlapalería ubicada en la segunda sección de Chapultepec; en Twitter (ahora X) circula un hilo según el cual Vraix Dorós se leyó el Pentateuco directamente del hebreo; escritores de la prensa amarillista dicen que se trata de uno de los tantos heterónimos de un individuo omnipresente que se ha mostrado en la esfera pública bajo los nombres Genkidama-Ñu, Bambi Bae o Daimma Jadid; hay quienes han llegado a postular la absurda teoría de que él podría ser el dueño y fundador de la prestigiosa y subterránea editorial llamada Niño Down, pero hasta el momento hay pocas pruebas que sustenten esa hipótesis. Sea como fuere —pues en esta reseña no estamos para chismes—, a su nombre ha comenzado a circular una peculiar obra de contenido tanto social como alquímico.

Argumentalmente, Dark Microsoft es una novela sobre un concurso de escritura de novela juvenil. Estructuralmente, es una obra sobre la forma y el sentido mismo de la novela. De ahí que Dorós no escatime, a través de un narrador cínicamente omnisciente, en digresiones burlonas, consideraciones teóricas, comentarios sobre el futuro de sus personajes o redes intertextuales cuyo empleo exacerbado vuelve necesaria la creación de un índice onomástico, lo que permite recordar aquella máxima de Roberto Calasso —y que además sirve como argumento para caracterizar al autor como el dueño de la mencionada editorial—, según la cual uno se convierte en editor para prolongar hasta el infinito una conversación sobre los libros.

Paweł Durczok, Unpslash


Dark Microsoft se propone seguir la estructura narrativa de un videojuego, ese arte de simular vivencias que en las últimas décadas ha avanzado a pasos enormes, y que en muchas ocasiones ha fungido, si no como el único, sí como el medio fundamental a través del cual millones de personas acceden a la ficción. Así, Dorós llama la atención —sin escupirnos la queja en la cara, sino a modo de homenaje— sobre esa multiplicidad de historias y modalidades estéticas a las que las instituciones y grupos artísticos minoritarios aún se muestran renuentes. Me parece una perra mamada que tanta novela basura esté siendo premiada por instancias gubernamentales mientras obras maestras como Undertale se consideren pasatiempos infantiles. A lo largo de toda la novela, Dorós distribuye curiosidades sobre videojuegos históricos, efemérides en la constitución de éste como un campo cultural riquísimo que se ha mantenido —más o menos— al margen de las valoraciones estéticas elitistas.

Vertebrada por la historia del videojuego y las peripecias literarias de sus escritores, se impide que la novela se pierda en simples inconexiones que podrían producir una estructura fragmentaria, como fue ensayada, temática y formalmente, en el anterior libro de poesía de Vraiux Dorós. Las perlas que se transparentan (2023). Eso no implica, sin embargo, que el autor no alcance ese afán de la frase sola en el espacio inmenso, hecho que, además de gastar papel, otorga a las frases esa contundencia propia del aforismo, la greguería o el pensamiento. Ese procedimiento que Dorós ha convertido en su sello particular, y que lo aproxima, formalmente, a un Pascal, Kierkegaard o Lichtenberg. Entre la fragmentariedad y los extremos cambios enunciativos, Dorós sostiene su hilo narrativo, como si, entre todas esas citas y consideraciones personales, jamás dejara de señalarnos: “ey, no olviden que estoy contando una historia”.

Esto permite que, a pesar de su cinismo y pesimismo metaficcionales, el narrador jamás deje de dotar a los personajes con su propio color e individualidad, como el capitán que se hunde con todo el barco. Vemos a los nueve participantes elegir la libreta más propicia para escribir, accedemos a su historia de origen y las implicaciones de ingresar —en— y ganar este concurso, somos testigos de la forma en que cada uno desarrolla su historia y elige las técnicas más adecuadas para construir su novela. De este modo, la focalización cambia de un párrafo a otro y produce una obra con puestas en abismo como la chingada: la historia de cómo se construye la historia de cómo se construye la historia. “Una novela que trata de abarcar la existencia de múltiples personalidades en torno a la escritura de una novela juvenil” (p. 25).

En el camino encontramos personajes memorables, como el Maestro de Cartas y el Capitán de Picas, los cuales, además de dirigir y moderar el certamen literario, nos ofrecen claves de lectura de esta obra. A la manera de easter eggs, estos personajes actúan como seres de videojuego cuya función es otorgar pistas para la resolución de puzzles, retos o laberintos. El problema, en este caso, es de la ficción misma. En algún momento, el Capitán de Picas (un carnal muy sabio) dice: “No pierdas la esperanza. Otros te dirán que pierdas el rumbo. La luz está entre tus manos cuando las juntas. Date cuenta que estás aquí por algo. Encuentra la salida del laberinto. Eres la llave y el óbice. Has de lograrlo. Si te lo propones, no hay puerta ni ventana sino un gran canal de bendiciones” (p. 86).

Alrededor de todo Dark Microsoft, Dorós juega (¿o habla en serio?) con la idea de emplear el vehículo de lo que hemos acordado que es una ficción para ayudarnos a escapar de la más grande ficción de la que, sin embargo, nos han convencido de su veracidad: la vida misma. ¿Sueña Vraiux Dorós como Segismundo en su torre? No es casual la inclusión del Basilisco de Roko en esta novela, esa mitología cibernética que, como resabio de las interrogantes que nos dejó Matrix, ha despertado incesantes preocupaciones entre los internautas a propósito de la posibilidad de hallarnos atrapados en una simulación. Ahí radica la gran apuesta de Dark Microsoft, en constituirse como un recordatorio de esta posible jaula en la que nos han encerrado. La pequeña ficción averiando la magna ficción. 

Al final, mientras Dorós permanece oculto en las sombras y muta su identidad, queda la posibilidad de que me encuentre escribiendo este ensayo como una forma de legitimar esta denuncia de la simulación como un acto ya previsto en esta compleja maquinaria. Y los lectores, ingenuos al igual que un servidor, crean que nos estamos revelando, cuando en el fondo no constituimos más que un código binario. En este punto, el narrador me pide que culmine mis divagaciones y coloque el punto final, en tanto que ustedes devuelven la mirada hacia el mundo material y se convencen de que Dark Microsoft nos dará las respuestas de este enigma.

 

 

 

Alexis Aparicio Díaz (Ciudad de México, 1999) es licenciado en Letras Hispánicas por la UAM Iztapalapa. Ha publicado cuento, poesía, ensayo y traducción en diversas revistas como Marabunta, Irradiación, Saranchá, Página Salmón, Bastardilla o Punto de Partida. Oscila entre el mundo académico y el artístico. Su nombre es Nadie.

70 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Commentaires


Publicar: Blog2_Post
bottom of page