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Regreso a los brazos de la dueña del volcán: Pobo Tzu (Noche blanca)

Regreso a los brazos de la dueña del volcán: Pobo Tzu (Noche blanca), de Tania Ximena y Yollotl Gómez Alvarado


Tania Rivera

Decir “noche blanca” remite a la frialdad de la nieve, pero el blanco es también el color de la niebla, la ceniza, del polvo erosionado por el tiempo. Trinidad lo sabe muy bien, pues su infancia y adultez transcurrieron en medio del recuerdo de la ira candente del fuego que sumergió al pueblo de sus padres en la oscuridad primigenia; sin embargo, de igual forma reconoce que la voz de Pyowa tyzu’we no puede ignorarse y, a más de 30 años de la tragedia, exigirá a los habitantes del ejido Nuevo Guayabal el retorno a las entrañas de la dueña del volcán.

En 1982 el volcán Chichonal hizo erupción. La rigidez de la ciencia obligaría a medir el impacto de este hecho considerando datos como las poblaciones afectadas (localizadas a 10 km a la redonda de las faldas del volcán), las personas afectadas (150 mil), los desaparecidos (2750), la altura que alcanzaron las rocas y los gases (17 kilómetros). Por fortuna, el cine no tiene que ceñirse a mostrar cabalmente estas cifras y, por ello, Tania Ximena y Yollotol Gómez Alvarado optan por presentar a los espectadores en el documental Pobo Tzu (Noche blanca) los cambios en la memoria colectiva de “los hombres de piedra” a partir de la cosmogonía zoque, especialmente con los sueños previos al inicio de labores para desenterrar el pueblo, demostrando en el proceso que los designios de la tierra son superiores a los límites de la ficción y verdad.


La poesía y el regreso a los brazos de la dueña del volcán

¿Por qué desentierra uno su pasado? A algunos podría motivarlos la avaricia, el deseo de buscar entre las cenizas los despojos valiosos que dejó en su rápido paso la tragedia; para otros es la posibilidad de volver a pisar el viejo camino conocido de la casa paterna, enfrentarse con los recuerdos de los transeúntes que se dirigían a misa cada domingo, esas caras familiares que cuando cierras los ojos y sueñas aparecen frente a ti. Para Trinidad, en cambio, es un acto de fe hacia la dueña del volcán, cuando ésta ofrece a su hijo imágenes nunca vistas pero frecuentemente escuchadas de cómo la iglesia del pueblo se convirtió en un mausoleo blancuzco, es la señal para la vuelta al hogar: “siempre volveremos a ti” porque “mi ombligo habita en ti”. Así como las madres gestan a sus hijos y los une la vida misma, los zoques conciben su relación con la señora Pyowa tyzu’we, pero el vínculo no es el cordón umbilical, sino la palabra.

La palabra en Pobo Tzu no es una herramienta para la comunicación de ideas mundanas, sino el medio para compartir los designios de la dueña del volcán, para purificar los espacios otrora sacros. La cadencia de la lengua de los zoques expone la cosmogonía de su gente, la cual consigue, incluso a través del silencio y el sueño, dar a conocer la advertencia de la señora que protege esas tierras, quien dice a Fulgencia “vengo por alguien”, la revelación que los antiguos, aseguraba, se alcanzaba durante los días y noches blancas. Ese alguien de las visiones silenciosas de Fulgencia es el causante del punto de quiebre de la inercia y la conformidad en que habitaban los ejidatarios: Trinidad, el hombre cuyo ombligo fue devorado por las llamas del Chichonal y el elegido para unirse, finalmente, a Pyowa tyzu´we.

Digo “palabra” como sinónimo de poesía, de lenguaje, del cuerpo del volcán, de la música que hace eco de los ruidos de la tierra. La poesía no es sólo el conjunto armónico de sonidos articulados, sino la conexión entre la naturaleza y el ser humano (que ejemplifica con claridad Trini en su viaje al interior del Chichonal), lo cual se aprecia en las imágenes captadas por Yollotl Gómez Alvarado. En una suerte de sístole y diástole, las fotografías presentan ante nuestros ojos la amplitud del volcán, la extensión del campo, el sol ascendiendo por las montañas y las profundidades del cráter, pero también los detalles íntimos de la vida interior de los habitantes de Nuevo Guayabal, como las manos trabajadoras preparando tortillas, las botas dejando huellas en la tierra seca, el agua hirviendo lista para preparar los alimentos y las palas abriéndose paso entre las cenizas, es decir, la confluencia del pasado y el presente, del exterior y el interior.

Esto ocurre porque “el lenguaje posibilita el pensamiento y el pensamiento es una primera forma de la memoria, la cual se edifica con lenguaje” (Mendoza García, 2017, p. 13). Trinidad reconoce esta relación entre lo que he llamado poesía y lo que ocurre a su alrededor, “desde atrás de las cosas, mis ojos crearon los sueños. Las voces que se acomodan antes de que sucedan”. En ese sentido, cabría recordar que el psicólogo y sociólogo francés Maurice Halbwachs (1968) aseguraba que la historia no es lo que se queda en el pasado, sino que hay una historia viva que se renueva a través del tiempo, donde confluyen las corrientes antiguas (los recuerdos, las enseñanzas de los ancestros) y, en el caso de los zoques, tanto el pasado, el presente y el futuro es el mismo: el volcán eterno, laberinto de fuego.


Ficción y memoria

La sabiduría popular reza que “más vale una imagen que mil palabras”, por lo que suele tomarse como verdadero lo que un lente capta, convirtiéndose la cámara en un testigo irrefutable de la historia; esa visión tradicional permea la concepción de “documental” en tanto que este “explora personas y hechos reales” (Rabinger, 2001, citado en Domínguez Rubalcaba, 2005). No obstante, como dice Susan Sontag (2003) “encuadrar es excluir”, es decir, una fotografía rescata un momento puntual de la realidad; en ese caso, ¿una fotografía (y por extensión el cine) vuelve real lo que retrata? Tania Ximena y Yollotl Gómez, realizadores de Pobo Tzu, comparten la opinión de la escritora norteamericana y explican que “todo documental está ficcionando, tú estás escogiendo qué cosas entran en él y qué no, además hay situaciones creadas o que se busca que sucedan porque es una decisión estilística” (Colmenero, 2021).

El productor e historiador Jerry Kuehl señala que “en la esencia del documental hay una reivindicación de autenticidad y esta reivindicación está basada en argumentos y pruebas” (Nichols, 1997, p. 159). Curiosamente en Pobo Tzu la mayoría de las “pruebas” de los efectos de la erupción del Chichonal provienen de elementos “ficcionales” como los sueños, rituales, los diálogos silenciosos (estas decisiones estilísticas que mencionan sus realizadores), los cuales cumplen una función fundamental para la creación de la memoria de los habitantes del ejido, que corresponden con su realidad y, por ende, aunque a los espectadores nos puedan parecer parte de una enorme puesta en escena, son tan ciertos como la misma existencia del volcán.

Aunque el gran logro de Tania Ximena y Yollotl Gómez es este equilibrio entre ficción y realidad, pasado y presente, en la excavación del pueblo se pondera la coyuntura de estos conceptos. Como espectadores, podemos confiar en los testimonios y recuerdos de los ejidatarios, adentrarnos en su cosmogonía y compartir la sorpresa ante los sueños premonitorios que envía Pyowa tyzu’we. Sin embargo, la prueba mayúscula (producto de nuestra mente cartesiana e incrédula equiparable a la de Santo Tomás) es observarlos retornando a los escombros, desempolvando la iglesia destruida, donde no pueden ignorarse los llamamientos de la señora del volcán: “Hemos vuelto a donde los nuestros quedaron enterrados. Arrancamos la tierra, levantamos las piedras. Entre las piedras las voces me hablaron. ¿Acaso no escuchan a los muertos que se levantan?” dice Trinidad, quien zanja la cuestión (si es que fuera necesario tomar partido entre la ficción y la realidad), con su visita al cráter del volcán, recordándonos que la memoria se construye de hechos, pero también de las ilusiones que habitan en las historias de los ancestros.

Pobo Tzu regala en sus últimos minutos una mirada de los ejidatarios al interior del volcán, un espejo oscuro que refleja lo recóndito de los hombres de piedra, aunque deja abierta la puerta ante un presente que se construye todavía, en relación a un pasado doloroso que sus habitantes buscan desenterrar, pero que obsequia a quienes se acercan a conocer esta historia la gran revelación que las noches blancas suelen dejar a su paso: los seres humanos y la naturaleza son una misma, ya que “Así como llega la noche, también entra el día. De esa manera hemos vuelto a vivir contigo”.






Referencias

Colmenero, A. (2021). Pobo ´Tzu-Noche Blanca de Tania Ximena y Yollotl Gómez: el sueño de desenterrar el viejo hogar. Instituto Mexicano de Cinematografía. https://www.imcine.gob.mx/Pagina/Noticia?op=9c5d3681-7217-4cf8-ba9f-bd76cd5eaa2c

Domínguez Rubalcaba, G. (2005). Video documental: del Huipil a la Chilaba. Musulmanes en Chiapas [Tesis de licenciatura]. Universidad de las Américas Pueblas.

Guzmán Monroy, V. (2018). La erupción del volcán Chichonal en 1982. La pérdida del patrimonio religioso edificado en la religión zoque chiapaneca. De la destrucción a una nueva experiencia de reconstrucción. Historia de la Construcción, II(42), pp. 231-255.

Halbwachs, M. (1968). Memoria colectiva y memoria histórica. REIS, 69(95), pp. 209-219. http://ih-vm-cisreis.c.mad.interhost.com/REIS/PDF/REIS_069_12.pdf

Mendoza García, J. (2017). Otra idea de mente social: lenguaje, pensamiento y memoria. POLIS, 13(1), pp. 13-46. http://www.scielo.org.mx/pdf/polis/v13n1/1870-2333-polis-13-01-00013.pdf

Nichols, B. (1997). La representación de la realidad. Cuestiones y conceptos sobre el documental. Paidós.

Sontag, S. (2003). Ante el dolor de los demás. Santillana.



Tania Hernández Rivera (Xalapa, Veracruz 1997). Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Veracruzana. Ha obtenido el primer lugar en el 11° Concurso de cuento infantil y juvenil de la Editora del Gobierno del Estado de Veracruz (2021) y mención honorífica en el Premio Nacional al Estudiante Universitario en la categoría relato Luis Arturo Ramos (2020). Actualmente dirige la revista digital Pérgola de Humo.

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