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La princesa y el sapo

Eduardo Honey


Había una vez, en un lejano país, una princesa y un sapo. Ambos vivían en concubinato esperando una resolución del Aquelarre Magno Íntegro de las Brujas, Hechiceras y Anexas (sic) para corregir su situación. El dichoso beso no había surtido efecto por vencimiento de la garantía.

El primer año de la pareja cabalgó veloz entre éxtasis y humedades de la novedad. El segundo fue el de la resequedad en la piel del sapo por excesivo escarceo nocturno. Sólo una afilada y diestra lengua lo ayudó a salvar el honor. Sin embargo, al tercer año, con la lengua más mellada que el orgullo, el sapo pidió paz.

―¿Es que no soy suficientemente buena y bella para ti? ―fue el grito de indignación emitido por la principesca desnudez tendida en el lecho de hojas.

―No es eso, Mi Amor... ―respondió el sapo, un poco atragantado por un moscardón que comía de entremés.

―¿Es que tienes alguna sapa? ―cortó tajantemente una voz con 110 decibelios de principesca tensión.

―No es eso, Mi Amor... ―replicó al tiempo que volvía a atrapar al moscardón que se había fugado.

―Es que ya no me quieres ―fue la reinante conclusión que dio una principesca espalda.

Ante la blanca muralla impuesta en carne y silencio, el sapo optó por zamparse al moscardón, brincar a través de la ventana y nadar en su charco. Se dejó llevar por sus pensamientos y los insectos que distraídamente tragaba hasta que llegó al borde de la charca. Se encontró con una candidata al Aquelarre Magno Íntegro de las Brujas, Hechiceras y Anexas (resic), en medio de sus prácticas para el examen de admisión.

―Hola sapito ―saludó coquetamente la postulante.

―Saludos Gran Hermana de las Nigrománticas Ciencias ―contestó reverente el sapo, cuidando de no ofender a quien pudiera ser bruja de bajos vuelos y elevada estima, amén de ser daltónico a los tonos de negro. La última vez, un pequeño error en el saludo a la bruja de un negro más negro que el debido, le había costado una batracia vida.

―No exageres, apenas soy una aprendiz. Pero, muchas gracias. En estos tiempos hay tan pocos caballeros, aunque a veces me pregunto si será porque a todos los embrujamos de una forma u otra. Oye, ¿y esa carita? Aclaro que no lo digo porque estés verde ni porque seas sapo ―comentó con la inocencia de los malos chistes brujeriles.

Sin título

―Por asuntos familiares... ―y una lengua rauda tragó un mosquito que pasaba por ahí.

―Déjame adivinar, ¿problemas de mujeres?

―Sí... ―y se restó una mosca a la demografía mundial de dípteros.

―Igualito le pasa a mi hermano. Se ve como tú cada vez que se enreda con sus niñas, sólo que él se pone amarillo y no verde ―dijo riendo de su chiste―. ¿Sabes?, soy una experta en estas cosas, desde pequeña me ha gustado hacer pócimas de amor y hechizos para atar. Admito que en la escuela me han enseñado un poquitín de teoría al respecto, pero no se compara con la práctica que me enseñó a reglazos mi abuela.

―Ojalá fuera un asunto de amor... ―contestó mientras el marcador se ponía Arañas 0–Sapo 3. ―¡Qué lindo! ¡Un sapo con secretos! Me encantas. Entonces la siguiente pregunta de rigor sería: ¿tienes muchas amiguitas por ahí y ya se enteraron unas de otras?

―No... ―Mosquitos 0–Sapo 5.

―¡Ya sé! Tienes una novia y van a tener renacuajitos ―propuso con regocijada voz, tratando de atrapar una falta en falta.

―Tampoco, vivo en unión libre ya que por diferencias especiales, o sea, de especies, no se nos ha permitido formalizar la relación ―contestó molesto por una libélula que escapaba.

―¿En serio? ¿Te encontró una princesa? Casi no sucede ahora, por lo del feminismo y que los sapos no se comprometen. ¿No sabe que te debe besar? ¿Es que ya no les enseñan eso en la academia? Qué payasa, de seguro que le dio asco y...

―Sí, sí, no, sí ―libélula menos―, digo, no, todo siguió los pasos de rigor. Pero al beso se le había vencido la garantía.

―No me digas. ¿Quien te hechizó fue una señora con más arrugas que la piel de un recién nacido, que camina rengueando, apesta a los establos antes que los limpiara Hércules, monta en una escoba y viste de negro?

―¿No todas son iguales? ―replicó mientras distraídamente se embuchaba un escarabajo.

―¡Ups!, es lo malo de las normas del Aquelarre Magno. Deberían llamarlo la “Suciedad Magna”. Pero hay un movimiento reivindicador, al que orgullosamente pertenezco, para que todas seamos hechiceras. Por eso quiero entrar y ojalá así dejen de existir chistes pésimos de esposas, hechiceras, brujas y suegras ―soltó otra insípida risita ante la antiséptica broma―. Por cierto, ¿habías visto una brujita tan bonita como yo? Pero me estoy desviando del tema. ¿Viste, cuando te lanzó el conjuro, si tenía una verruga en la lengua?

―¡Sí! ¿Cómo lo sabes? ―y de la boca abierta escapó raudo el escarabajo.

―Y tu asunto está sin resolución en la “Suciedad”?

―¡Sí! ―siguió la libélula al escarabajo.

―Ni te preocupes, con lo burocráticos que son tardarán en resolvértelo y eso si no extravían la solicitud. Esa tipa, por la verruga en la lengua, ha causado muchos estropicios al lanzar maldiciones y los servicios de corrección de malos hechizos no se dan abasto. ¿Sabes que envenenó a los siete enanos? Todavía faltan dos enanas besantes para tratar de arreglar el asunto. Pero no creo que esperar sea tu problema, somos inmortales mientras haya imaginación. Así que desembucha la verdad.

La brujita se le quedó mirando con unos ojos azules enmarcados por unas cejas exquisitamente depiladas. Su pequeña y fina nariz coronaba el bello gesto de sus labios fruncidos y pintados a la moda. El cabello negro caía con lasitud sobre unos notorios senos. Sus brazos, que había cruzado, estaban engarzados por unas manos cuidadas con uñas de manía manicurista. Vestía de negro. Su minifalda daba pie a unas medias semitransparentes con trazos grises, que aderezaban unas excelentes piernas. Calzaba pequeños botines. El sapo, como buen varón, no pudo resistir semejante hechizo de femenina magia (el narrador se ríe de su mal chiste).

―La-prin-ce-sa-es-nin-fó-ma-na ―balbuceó mientras el resto de la comida salía volando y arrastrándose por todos lados.

―¡Ah! Pensé que era algo peor. Con razón tienes tan musculosa la lengua ―replicó mientras la inocencia se transformaba en sugerente entendimiento―. ¿Quieres que te ayude?

Después del “Sí, lo que quieras”, la brujita hizo varios pases, dijo muchas palabras sin sentido, se rompió una uña y el sapo ya no lo fue más. Un apuesto varón completamente desnudo se erguía frente a ella. Tres años de abstinencia también se irguieron frente a él pero, como buen caballero, fue raudo y veloz al encuentro de la princesa. La brujita rio y continuó con sus prácticas.

Ese mes sucedieron varias cosas de importancia: la princesa se quejó bastante del asunto, pero no por enojo; se efectuó una majestuosa boda; hubo una tórrida luna de miel con quejas de ambos cónyuges (además de las de los huéspedes del hotel por el escándalo) y se organizaron grandes fiestas al regreso de la pareja. Pero alguien del Aquelarre Magno Íntegro de las Brujas, Hechiceras y Anexas (sic al cubo), en un momento de distracción, dictaminó a favor el trámite que habían iniciado la princesa y el sapo. Revirtió a distancia un hechizo que no sabía revertido, traspapeló el asunto y, cansado de buscar enanas besantes, decidió morirse de aburrimiento.

Dicen las leyendas que desde entonces existe un real sapote de monstruosa lengua que vaga por el mundo acompañado de una insatisfecha princesa real. Ambos buscan una linda brujita de ojos azules, pequeña nariz, labios color a la moda, que viste una minifalda y que reprobó su examen a la AMIBHA. ¿No la habrás visto tú?





Eduardo Omar Honey Escandón (México, 1969) Ing. en sistemas. Participante desde los 90 en talleres literarios bajo la guía de diversos escritores. Publica constantemente en plaquettes, revistas físicas, virtuales e internet. Textos suyos fueron primer lugar (Teresa Magazine 2020, Nyctelios 6ª. Ed.) o finalistas (Novum 2021, XVIII Certamen Internacional de Microcuento Fantástico miNatura 2020, 1er. Concurso de Cuento Breve Plétora Editorial 2020, Mención de Honor del Jurado, Quequén 2020). Ha sido seleccionado para participar en diversas antologías. Imparte talleres de escritura para la Tertulia de Ciencia Ficción de la CDMX. Pertenece a la generación 2020-2021 de Soconusco Emergente. Prepara su primera novela.

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