Intentos de revivir el pasado
- José Luis Rangel Gasperin
- hace 14 horas
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José Luis Rangel Gasperín
Si un par de fantasmas se cruzara
¿cuál de los dos vacilaría primero?
Edith Wharton
Silvia, al detenerse en cada una de las fotografías, sentía que su cuerpo se despojaba de un peso inútil.
La sala de exposición estaba poco iluminada; cada paisaje le recordaba a una ventana en la que hubiera deseado habitar para siempre; recorría cada uno de aquellos alféizares para disfrutar de lo que contenían: un amanecer, el bosque entre nieblas, la cúpula destruida de una iglesia en ruinas, ella misma navegante en el tiempo. Porque el instante desaparecería de inmediato y dar unos pasos era suficiente para encontrarse con la siguiente imagen.
Avanzaba lentamente, deseosa de comprender el sentimiento de cada escena, cada uno de los gestos del prisionero de la imagen, necesitada de entender la mirada del cazador que suelta el único disparo definitivo. Intentaba encontrar no sólo las sensaciones del fotógrafo, sino admitir aquellas que provocaba en ella: las reacciones escondidas en sí misma. Se liberaba de un pasado ignorado y redescubierto, a través de las capturas en sepia donde el tiempo jamás volvería a correr.

Al detenerse en una de tantas fotografías recordó lo que pensó al cruzar la calle. Silvia se adentró en sus pensamientos hasta que una voz la devolvió a la exposición.
Era un sujeto que le susurraba al retrato de una dama; su voz apenas y era perceptible. Mantenía la vista fija hacia el marco contiguo y no dejaba de decirle palabras inconexas.
Silvia pensó en ese cuadro de Dalí donde una mujer mira el mar y sólo se muestra de espaldas. Así lo observaba a él. Notó que su voz cambió de tono, como si quisiera que Silvia la escuchara, se confundiera, hiciese a un lado su ensoñación entre las imágenes para ser cautivada por ese sujeto desconocido.
Se encontraban tan cerca como para no sospechar que él estaba seguro de yacer junto a ella, de respirar la misma incertidumbre, de ser un testigo incierto.
Y sin embargo, él seguía quieto ante el retrato, mirándole. Mantenía la vista ante el retrato en sepia.
Era un hombre de mediana edad con el cabello entrecano. Por alguna razón, Silvia quería interrumpir su voz, decirle algo para calmar sus nervios.
El sujeto se percató de su presencia, no una sombra más de la galería sino esa mujer de semblante ingenuo con la mirada estupefacta.
Tras observar que ella lo espiaba, la increpó:
—¿Nunca había visto a un hombre hablarle a un retrato?
Silvia permaneció callada, pero en su mirada yacía esa misma pregunta.
—Le he hablado. ¿No me expliqué?
Silvia dispuesta a irse. Silvia afanada en desaparecer como quien cierra un libro para romper la historia.
—Soy el fotógrafo de esta exposición. Ésta es mi obra más apreciada.
Silvia siente que su voz la toca. Él le sostiene el brazo, se le acerca.
—No la veo en mucho tiempo.
Silvia cree conocerlo de alguna parte. No sabe si se refiere a ella o al retrato.
Le temblaban las manos. Para disimular, Silvia metió una de ellas al bolsillo.
El sujeto le quita la vista a Silvia para seguir ante el retrato.
—Fue mi esposa.
La mirada de la mujer le recordaba algo; cierto gesto olvidado, cierta actitud irrecuperable.
—¿Le sorprende que me encariñe por una simple fotografía? Silvia tragó saliva. Empezaba a sentirse mal, no por ella misma, sino por el hombre que perseguía esa imagen.
—¿Y en verdad cree que esa mujer lo escucha?
—¡Pero si la estoy viendo en este momento!
—Me refiero que…
—¿Por qué se entromete con el dolor de un desconocido?
—No me parece del todo un desconocido.
—¿Entonces qué le parezco?
Silvia no contestó; se dio cuenta que no quería estar allí. La galería se volvió demasiado solemne, demasiado ensombrecida, demasiado ajena.
La atmósfera empezaba a marearla.
Miró por última vez sobresaltada el retrato, aquel que la devolvió a la presencia insulsa, a la voz perdida. Frente a éste se encontraba la marca de una bala recién disparada; se habría quebrado por completo el rostro de la mujer en la fotografía.
La cicatriz no se repararía nunca.
Sintió que el hombre desaparecía, aunque tal vez fue Silvia quien lo hizo; pero no quería hacerlo.
Cada fotografía la devolvía a aquel sitio.
Observó la siguiente imagen del corredor. Era una habitación blanca, con las cobijas revueltas y una ventana abierta. Entonces, recordó ese momento.
No quedarían más fotografías de aquello. Salvo ésa. El hombre se dirigió a ella:
—Cómo podremos revivir el tiempo…
Silvia no lo sabía; pero de mucho tiempo atrás, eso poco importaba.
José Luis Rangel Gasperín (Xalapa, 1997) es maestro en Estudios Ibéricos e Iberoamericanos por la Universidad de Lovaina (KU Leuven). Estudió Letras Hispánicas en la UNAM y Creación Literaria en la Universidad Veracruzana. Es autor de un libro de cuentos, titulado Jardín de noche (2022).
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