Mayra Vázquez Laureano
Cuando se hace alusión a las pasiones, la primera connotación que se asigna es siempre negativa, pero esto tal vez se deba a que no hay una concepción acertada de lo que una pasión es y representa. Su alcance dentro de la literatura a lo largo de la historia es incuestionable, y la narrativa colimense no es la excepción. Por ello se abordará el tema de las pasiones dentro de la novela Tres Pueblos (1997) del escritor José Barocio.
José Merced Méndez Barocio, nacido el 28 de mayo de 1970 en Chinicuila, Michoacán, es un escritor responsable de la difusión de obras escritas por autores colimenses contemporáneos a él, gracias a su trabajo en el programa de radio Voces de la literatura regional de 1994 a 1996, y su colaboración en La flama en el espejo.
En cuanto a la percepción general de la pasión, los pensadores estoicos la concebían como el origen de la zozobra y de la turbulencia del ánimo, la “detresse” que nos lleva al desastre, y la única manera de librarnos de este tormento que es la pasión es llegando a la ataraxia. Spinoza, por otra parte, estaba convencido de que las pasiones no debían eliminarse, pues nacen de nuestra naturaleza y por tanto es necesario preservarlas. La cuestión es saber si las pasiones enriquecen o perjudican al hombre, qué pasiones pueden surgir en el niño, y específicamente cuáles pasiones se ven reflejadas a lo largo de la novela Tres Pueblos y despiertan en el niño según su entorno.
Dentro de Tratado de las pasiones se explica que, a lo largo del tiempo y para poder entender el término “pasión”, varios personajes importantes en la historia han marcado su propio concepto de éste. Tal es el caso de Hegel que, citado por Gurméndez, manifiesta lo siguiente:
Y si llamamos pasión al interés en el cual la individualidad entera se entrega, con olvido de todos los demás intereses múltiples que tengo o pueda tener, y se fija en el objetivo con todas las fuerzas de su voluntad y concentra en este fin todos sus apetitos y energías, debemos decir que nada grande se ha realizado en el mundo sin Pasión (1986).
Entre el listado de pasiones que Gurméndez nos ofrece, y la naturaleza fuerte o débil que ellas tienen, retomaremos tres pasiones que se relacionan directamente con el protagonista, José Ciriaco Yaco: la ambición, el odio y el amor. Rememorando el título, se hablará del despertar de las pasiones dentro de la novela Tres pueblos de José Barocio. Por consecuencia, no será posible ver total ejercicio de las pasiones que se enlistarán a continuación, sino un inicio claramente señalado que, aunque tenue, será suficiente para ver su impacto en el actuar.
Retomando a Gurméndez (1986), sabemos que la ambición es una pasión que manifiesta la voluntad pura del deseo. Es una mezcla enérgica de envidia, codicia, avaricia, celos, lujuria y amor. Nace de nosotros mismos, y es la radicalización de un deseo como objetivo: se considera pasión cuando existe con claridad un objeto a aprehender. Justamente desde el inicio se puede comprender que es un claro despertar y experimentar con estos sentimientos que generan necesidades.
Dentro de la novela de José Barocio podemos ver dos figuras clave cuyos ideales se enfrentan: por una parte, se encuentra Martín Flores, el maestro de primaria, que personifica la ambición llevada a un alto grado; y por otro está Ciriaco, el padre de José, cuya escasez de objetivos se refleja no solo en él, sino en los hermanos mayores de nuestro protagonista.
Martín Flores muestra a José el esfuerzo con el que se empeña en conocer y hacer conocer la historia de la comunidad para no ser repetida por los habitantes. Su objetivo no es otro sino “convertirse en un investigador erudito y dejar para siempre la docencia, que no le gusta ni para verla pasar como papalote” (1997, p. 14). Este personaje exhorta a José a indagar, a saber y conocer más sobre diversos temas, especialmente en su propia historia.
Don Ciriaco, por otra parte, es una repetición misma de la falta de ambición que tanto existe en las zonas rurales:
Lo único que hacen cuando regresan es oír a Los Tigres del Norte. […] Ninguno se ha hecho rico en esos viajes, ganan algunos dólares y los gastan en mujeres y cerveza cuando vienen a Tres Pueblos; esos dólares no han sido suficientes para salir de pobres (Barocio, 1997, p. 22).
Ambas figuras se posicionan frente a José, como bifurcaciones a seguir, entre las que debe elegir cuál le asegurará una retribución a futuro. No exactamente, pero debe seguir alguna opción: tener o no ambición, y permitirle crecer dentro de sí para lograr lo que aspira. A esto se refería Gurméndez (1986) cuando señala que la pasión debe ser tomada como una llama que se enciende del ser, lo impulsa y consume hasta sentir saciedad, y no de manera negativa, como las tinieblas de la razón.
El hombre, movido por el poder, quiere sentirse afirmado como un individuo. Las carencias de José toman la bifurcación: se transforman en metas, en el deseo de tener algo que considera fundamental: comodidades monetarias. “Ya sé lo que quieres hacer cuando seas mayor: sembrar y vender marihuana, ese será un buen comienzo para que seas otro tipo de cultivador, muy diferente a tu padre” (1997, p. 22). Deja de lado la figura paterna como un agente impulsor de sus ambiciones y, como busca Martín Flores, no desea repetir la historia de sus antepasados: tumbar, sembrar y hacer hijos.
En cuanto al odio, se menciona como la sensación de oposición hacia el otro que nos mantiene en disputa con ideas ajenas. El personaje infantil muestra esta pasión despierta, sus desacuerdos con la percepción que los mayores comparten no le satisfacen, y es por ello que comienza a tener sentimientos negativos hacia ellos.
Las principales figuras con las que tiene conflictos son sus padres. Su estilo de vida, similar al de todos los adultos del pueblo, le afecta negativamente y le priva de ciertas comodidades, como se ve reflejado en el inicio de Tres Pueblos: “Ya sé: estás renegando porque tendrás que cuidar los hijos que Dios le mande a tu padre” (1997, p. 19).
La contradicción con su padre no es exclusiva de la falta de ambición en uno y el inicio de ésta en otro. La carga que es heredada de padre a hijo puede ser en ocasiones poco soportable o no requerida. Esta clase de antagonismo la vemos desde el nombre. José Ciriaco se llama así en honor a su padre, un sembrador cuya hombría jamás será puesta en tela de juicio gracias a los 12 hijos que tiene. El problema no es solo con su padre, pues el narrador puntualiza también una oposición hacia su madre: “Ya sé que te cae gorda tu mamá por tener un hijo cada año” (1997, p. 20)
Muchas veces esta pasión lleva a un comportamiento irracional, sin embargo, en los niños de ocho años o menos, es un poco más complicado que se llegue a ese nivel. Las confrontaciones con la figura paterna son más usuales de lo que se cree, y no siempre conllevan una reacción violenta o física. En este caso, una fuerte razón por la cual José siente aversión hacia los actos de su padre es la relación que mantiene con Don Chema, el papá de los Alatorre.
Cuando sentimos al otro como una potencia que puede dañar nuestra integridad es que la pasión de la que hablamos comienza a tomar fuerza dentro de nosotros. El odio marca una división entre los hombres, como puede apreciarse cuando los soldados llegan a la comunidad buscando presuntos culpables, y comienzan a abusar del poder que se les ha conferido. Es entonces donde José debe crear juicios de valor respecto a las acciones llevadas a cabo por el ejército:
“No estás a gusto en un pueblo sin policías, donde se matan hasta porque una mosca se les paró en la nariz; te repugna este pueblo de matones, no soportas tanta violencia cuando todo podría tener una solución sin las armas” (1997, p. 48).
Las pasiones son cambiantes, tanto de intensidad como de objetivo. Entre las pasiones que pueden o no ser tomadas de manera negativa, existe una cuyo matiz es mayormente positivo y lleno de esperanza, esta pasión es el amor. El amor se apodera de quien lo posee, lo domina y convierte a uno en pertenencia del otro. Es una pasión que no necesita ser desarrollada totalmente para ser efusiva y esperanzadora.
El amor implica una unión cuerpo-espíritu por las partes vinculadas. El amor es una actitud voluntaria; según el Diccionario de filosofía (1953, p. 51), el amor saca de su aislamiento a la personalidad individual conduciéndola al devenir en las formas primordiales de comunidad humana.
En la novela Tres Pueblos, las interacciones que aluden al amor en mayor o menor medida, son entre José y los hermanos Alatorre: “Guillermo te besa en la boca y Efraín te lame el cuello. Los tres son un bulto, una sola masa, un ser con tres corazones, seis manos, tres bocas” (1997, p. 38). También se habla de ellos como la Santísima Trinidad.
David Le Breton, por su parte, señala en Las pasiones ordinarias (1998) que el amor no necesita de demasiado contacto físico, aunque así lo parezca, pues la unión asciende a un plano también espiritual. En el amor, el beso y el contacto físico carecen de medida, porque su límite es la ternura.
Mientras el amor que José siente por los Alatorre se gesta dentro de sí, en ocasiones es difícil aceptarlo como amor: “Se nota que los Alatorre te gustan, no abras la boca como si el mundo se fuera a acabar, te gustan y eso a nadie le importa, o a ti ¿te importa aceptarlo?” (1997, p. 23). Barocio comulga con la idea que Giacomo Leopardi muestra en Las pasiones (2013, p. 12), “un amor excesivo puede acabar en un egoísmo que cierra a los demás cualquier posibilidad; por el contrario, un amor equilibrado genera cuidados y afectos”.
Podríamos concluir con la afirmación del poder que ejercen las pasiones dentro de la conciencia; mueven al ser, y éste no llega a ningún lugar sin ellas. Inclusive desde pequeños, las emociones que nos dominan fugazmente repercuten en nuestras acciones, hasta apoderarse de nosotros mismos. En consecuencia, el despertar de las pasiones es parte de la transición de la infancia hacia la adolescencia; la diferencia es que, si dicha transición se ve apresurada, la exploración de las pasiones que conforman la naturaleza humana no seguirá un cauce, e irá hacia objetivos difusos.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Barocio, J. (1997). Tres Pueblos. México: Praxis.
Brugger, M. (1953). Diccionario de filosofía. España: Herder.
Consuegra Anaya, N. (2010). Diccionario de psicología. Bogotá, Colombia: Ecoe.
Gurméndez, C. (1986). Tratado de las pasiones. México: Fondo de Cultura Económica.
Hume, D. (2007). Tratado de la naturaleza humana. México: Folio.
Le Breton, D. (1998). Las pasiones ordinarias. Argentina: Nueva visión.
Leopardi, G. (2013). Las pasiones. España: Siruela.
Papalia, D. (1987). Psicología. México: McGraw-Hill.
Fotografía: Noah Buscher, Unsplash
Mayra Vázquez Laureano. Licenciada en letras hispanoamericanas, egresada de la Universidad de Colima. Se desempeña como Asistente de investigación Centro de Estudios Literarios Universidad de Colima. Ha participado en el foro “Estudiantes de narrativa” en la Feria Internacional del Volcán Colima 2018, y en el foro “Ellas son creadoras”, parte de la actividad “Cultura y mujeres, las voces de un encuentro”. Recientemente colaboró en el libro titulado Homenaje a Salvador Márquez Gileta. Acercamientos a su narrativa, con el capítulo “La representación de la casa dentro del imaginario de Salvador Márquez Gileta en la novela España, la calle”.
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