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  • pergoladehumo

Expedición a la esfera oscura

Actualizado: 13 feb 2020

Lorenzo Bysshe Shelley Larenas*


La esfera negra es un libro que recopila algunos cuentos escritos por Gustav Meyrink (1868-1932), un antiguo banquero que, tras perder su negocio a causa de una rencilla con un militar, empieza a escribir parodias mordaces del orden ideológico germánico de inicios del siglo XX, mismas que se mezclan con narraciones esotéricas que ponderan lo inefable ¡Qué confusión brota en quien se sumerge en Meyrink por primera vez?, la incomodidad aumenta si el texto de iniciación es, precisamente, el homónimo del libro. Ahí, el entorno solemne de un encuentro científico da lugar a la máxima demostración de un extraño fenómeno paranormal que concluye en un estallido mortal de parodia. Ante tal brusquedad temática cabe preguntarse si era necesaria tanta parafernalia para burlarse del nacionalismo irreflexivo que Meyrink consideraba tan deleznable, ¿no se pierde el tono hilarante al sembrar antecedentes tan serios como lo son tradición oriental y la ciencia, simplemente para sostener una simple sátira?

Cierto es que lo habitual en las burlas es que consistan en degradaciones cómicas del objeto a menospreciar. La complejidad de cualquier símbolo o sujeto se disuelve al agregar la simplicidad de la caricaturización, es decir, la exageración de alguno de sus rasgos menos honorables. Parece incongruente que una broma política tenga que mezclarse con profundos elementos de la tradición oriental que culminan en reflexiones ontológicas. No obstante, la estrategia de Meyrink debió surtir efecto dado que fue atacado por periodistas como Albert Zimmermann que habló de Meyrink diciendo que “corromperá a miles y miles, justo como lo hizo Heine” (Daviau, 1996, p. 284). Merece la pena entonces acercarse a La esfera negra, que es la traducción al español de varios cuentos del también autor de El gólem, realizada por Mauricio Amster (1907-1980), que compartía con Meyrink las raíces judías y el desagrado por el nacionalismo germánico bruto (de hecho, los padres de Amster murieron en el campo de exterminio de Belzec). Hasta la fecha se sigue utilizando esta traducción como referencia para nuevas ediciones, es la obra que le presenta al mundo hispánico las narraciones breves de uno de los autores más subestimados de Europa.

Es en el compendio que organiza y decora Amster donde podemos encontrar respuesta a la pregunta previamente planteada, Meyrink no solo destruye el orden germánico, para eso bastaría una sátira sin tanto contenido metafísico, sino que también formula una alternativa para nulificar los efectos eméticos del orgullo nacional. Meyrink advierte con tinta profética sobre los peligros de dejar gobernar a personas con mentes de esfera negra y al mismo tiempo propone contarle otro tipo de historias a los pueblos germánicos, unas que tengan la mínima audacia de sugerir que existir puede ser algo diferente a lo que dicta el káiser.

Al mirar hacia los líderes actuales (políticos, “artistas”, youtubers o de cualquier otra índole), se hace evidente la vigencia de las reflexiones que le subyacen a “La esfera negra”. Si la mente de estas personas notables del mundo globalizado pudiera proyectarse como sucede en el cuento, estaríamos ante la presencia de “la nada absoluta, matemática” (Meyrink, 1947), una esfera negra, un agujero que devora todo a su paso: valores, sueños, naturaleza y sociedad. Eso era lo que estaba en la cabeza de los líderes de tiempos de Meyrink y eso es lo que está en la cabeza de muchos de los que hoy fustigan a las masas.

La alternativa social del banquero caído en desgracia, empero, no se limita a poner en entredicho los sueños del ejército alemán, la ciencia también entra en la conversación y es forzada a dialogar con otras formas de conocer el mundo que en aquella época estaban por perder ímpetu frente a los asombrosos avances de la tecnología. En efecto, en la imaginación de Meyrink no faltan rostros de pensadores occidentales anonadados ante el poder de los misterios de lo paranormal, lo accidental y lo extranjero. La impotencia presente en exploradores de tierras lejanas, en congresistas académicos y en otros bastiones del saber europeo podría llegar a crear la idea de que Meyrink se resiste al nuevo mundo de avances científicos, pero quizá sea más certero hablar más de unificación y menos de rechazo pues la ciencia es la heredera de los procedimientos esotéricos.

Las ciencias de inicios del siglo XX, e incluso en ocasiones todavía en la actualidad, pese a los nobles esfuerzos por que sean vox populi, compartían algo con cualquier agrupación teosófica: eran una organización casi impenetrable de señores de alguna relevancia en la sociedad que comunican sus reflexiones en un argot ininteligible para el ciudadano común. Así, la esfera negra devoradora del mundo ya no sólo es una broma atrevida, sino que puede pensarse también como una señal de lo que las iniciativas, científicas y/o de otra índole, pueden llegar a provocar en su ansia por sacarle provecho a lo que no se comprende.

Si todavía hay cierta reticencia a aceptar el mencionado vínculo entre las ciencias y las tradicionales disciplinas de lo incognoscible, es menester hacer notar que en la historias de Meyrink, las figuras representativas de la ciencia occidental se ven atraídas por los misterios orientales a causa de una fuerte propensión a enfrentar lo desconocido, que es la misma motivación del hombre que se vuelve rosacruz o juega a la ouija. Si permanece el escepticismo, remítase al interés que demostraban por el espiritismo los pensadores cercanos en tiempo y espacio a Meyrink, algunos incluso buscaban volverlo una disciplina científica. Por ejemplo, es conocido el encuentro entre el famoso médium norteamericano Henry Slade, el astrofísico Friedrich Zöllner y los psicofísicos Gustav Fechner, Wilhelm Wundt y Ernst Weber. En una carta de 1879, Fechner le escribe a Wundt sobre sus diferencias de opinión en cuanto a la experiencia con Slade, en ella puede verse que el espiritismo era un tema controversial entre los investigadores y no algo que se rechazara unánimemente por la comunidad científica, como ocurre hoy en día:

Preferiría no discutir en absoluto contigo sobre este tema, ya que ambos estamos convencidos de que no podemos cambiar la opinión del otro sobre los asuntos en cuestión. Tú seguirás reconociendo al espiritismo como algo que no puede ser investigado, que no es factual, y yo seguiré diciendo que es factual y trataré de investigarlo (Fechner, 2001, citado por Robinson, 2010. La traducción es mía, al igual que en la cita anterior)

¡He ahí la razón por la cual Meyrink fue recibido con interés en su época y es olvidado hoy! Es que él no se hubiera imaginado que aquello que motivaba sus historias pudiese convertirse en negocio de falsos gurús ansiosos de lucrar con las mentes de juicio crítico reblandecido...solo que en realidad Gustav Meyrink siempre tuvo esto en cuenta:

Instintivamente luché contra el aturdimiento. De no haberlo hecho sería hoy, con toda probabilidad, un infortunado médium o padecería algún tipo de escisión de la conciencia, tal vez incluso locura religiosa. Pero me mantuve firme en un conocimiento valioso (en el conocimiento que constituye una piedra preciosa en la doctrina budista): ¡mantente siempre consciente! (Frank, 1981, citado por Montiel, 2012)

Además, en su travesía espiritual, Meyrink nunca cometió el yerro metafísico por excelencia: rechazar al cuerpo como algo vil, secundario o de lo que uno debe de avergonzarse. El cuerpo es relevante ya que a través de él se lleva a cabo la voluntad del espíritu. Es por eso que los eventos extraños que suceden en sus cuentos siempre actúan por medio del cuerpo: la muerte violeta tiene notables efectos sobre la morfología humana y solo llega a ocurrir cuando alguien le da vida a través del habla, al igual que el poderoso efecto conductual de la vacuna “asnoglobina”, que adormece el espíritu reflexivo del hombre y lo vuelve un bruto afín a las armas, incluso valdría hacer mención de cómo el autor en sus cuentos varias veces recurre al cerebro y al minotauro que habita dentro de su laberinto de circunvoluciones.

Es, de hecho, tal valoración corporal lo que conduce a Meyrink a entender que era fútil seguir buscando en el exterior lo que todo el tiempo ha residido en él mismo y que se hace evidente a través de sus narraciones: el yo que permanece inmutable a lo largo del espacio y del tiempo. Es por lo anterior que son castigados los personajes, como el camello pretencioso o, una vez más, el militar conformista, que adoptan una forma de ser a todas luces perjudicial para la interioridad genuina. Esto es natural, el “Yo más íntimo” que anhelaba Meyrink es el radical opuesto a la consciencia que se difumina en la identidad nacionalista: la esfera negra que acaba con toda realidad posible fuera de ella, es decir, fuera de la repetición irreflexiva del discurso de los poderes alemanes. Además, las fuerzas que pesan sobre los personajes no han de verse como apariciones extrañas por ser externas, sino como alegorías de su estado interior, reflejando sus flaquezas y puntos fuertes. Esto se hace evidente incluso en los cuentos menos fantásticos, como es el caso de “Enfermo” donde un hombre entiende vida después de ver a un pequeño jugar con unas piezas de dominó.

La esfera negra es, en suma, un álbum que guarda lo que en la política desgraciadamente permanece inmutable pero también una serie de fotografías que, aunque de figura principal tienen a un soldado de seso esfumado, de fondo muestran una vereda hacia el interior de cada uno de nosotros. Así pues, en las sociedades lideradas por esferas negras es en donde es más acuciante la necesidad de preguntarnos: ¿qué nos hace auténticos más allá de lo que dictan los aparatos ideológicos ya no solo del Estado, sino también del Mercado? Meyrink encontró su respuesta en los resquicios de lo inefable, tal vez hoy es una respuesta demasiado excéntrica pero al menos tuvo la audacia de compartirla, eso es más de lo que muchos de nosotros llegaremos a hacer. El que esté libre de esfera negra, que arroje la primera piedra.




Referencias

Daviau, D. G. (1996). Major Figures of Austrian Literature: The Interwar Years 1918–1938. Riverside, CA: Ariadne Press. p. 284.

Die Gustav-Theodor-Fechner-Gesellschaft e.V. (2001). Gustav Theodor Fechner (1801–1887), präsentiert aus Anlaß seines 200. Geburtstages. CD-ROM. Citado en Robinson, D. (2010) Founding fathers [version electronica]. The psychologist Vol. 23 pp. 976-977.

Meyrink, G. Die Verwandlung des Blutes. En (1981) Fledermäuse, Hrsg. von E. Frank. München, Langen Müller, 203-297. Citado en Montiel, L. (2012) El rizoma oculto de la psicología profunda: Gustav Meyrink y Carl Gustav Jung. Madrid: Frenia p. 35

Meyrink, G. (1947) La esfera negra. Santiago de Chile: Zig-Zag p.16



Lorenzo Bysshe Shelley Larenas, nací en la Ciudad de México el 5 de abril de 1995. Estudio Psicología en Ciudad Universitaria (UNAM), me especializo en el área de Procesos Psicosociales y Culturales, donde se fomentan el análisis semiótico y del discurso. He publicado diversas obras en medios impresos y electrónicos, entre ellas se encuentran: Pasaje urbano (cuento) y De vuelta al sentido original (ensayo).






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