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Cuando vayas conmigo… José José y las trampas del amor romántico


Edgar Humberto Paredes Ornelas

No es nuevo hablar sobre la perpetuación del machismo en la cultura popular, ya que es precisamente en esta última donde la opresión patriarcal nace y se reproduce de forma continua. Naturalmente, tampoco la música ha escapado a dicho señalamiento, mucho menos cuando hablamos de artistas ya instaurados en el gusto de una sociedad. Por ejemplo, a un año del fallecimiento de José José, se ha polemizado en varias ocasiones sobre cómo muchas de sus canciones amorosas más entrañables exaltan la normalización de conductas misóginas y “tóxicas” en las relaciones de pareja. Mi objetivo en este sentido es analizar con mayor precisión lo que hasta ahora ha sido un conjunto de menciones más bien superficiales: las diversas representaciones del amor romántico y la violencia machista en algunos de los temas más famosos del llamado Príncipe de la Canción.

Es indispensable comenzar aclarando el concepto de amor romántico, el cual, por su carácter altamente idealista, suele asociarse con la categoría de lo “tóxico”, es decir, lo que resulta dañino para quienes lo practican a pesar de ser aparentemente indispensable para el bienestar personal, y que deriva en un círculo vicioso. Según Pilar Sanpedro, este sentimiento funciona a partir de factores sociales y psicológicos:

Algunos elementos son prototípicos: inicio súbito (amor a primera vista), sacrificio con el otro, pruebas de amor, fusión con el otro, olvido de la propia vida, expectativas mágicas, como la de encontrar un ser absolutamente complementario (la media naranja), vivir en una simbiosis que se establece cuando los individuos se comportan como si de verdad tuviesen necesidad uno del otro para respirar y moverse, formando así, entre ambos, un todo indisoluble (2004).

A partir de lo anterior, puede decirse que el amor romántico se basa en la anulación absoluta del Yo para entregarse al otro, a esa persona cuya presencia se asume fundamental para que nuestra vida se equilibre, y de la cual nos hemos creado una imagen ideal. Dicha entrega desenfrenada favorece la dependencia emocional, y ésta a su vez puede fomentar el dominio extremo de una de las partes de la relación, llegando incluso a la violencia. Para Jorge Cohen, en entrevista con el diario El país, “La violencia de género viene por ahí, ‘porque sos mía’, y el otro se enloquece si esa persona no se comporta como lo estipulado o esperado” (2019).

No hace falta una investigación rigurosa para saber que éste es precisamente el modelo de amor que nos caracteriza como sociedad occidental y que solemos aprender de los productos de arte y entretenimiento que más consumimos, como la música y el cine. En el caso de José José, nos encontramos ante un intérprete que ha conformado la educación sentimental de miles de latinoamericanos a través de varias letras que romantizan al extremo la vida en pareja. A continuación, analizaré dicho panorama en algunos de los temas que conforman el repertorio del célebre cantante mexicano.

El deseo proyectado

La urgencia afectiva, que puede considerarse la primera etapa del amor romántico, se manifiesta especialmente en la canción “Pero me hiciste tuyo” (1981):

Quizá fuera el deseo Que esa noche sentía Y al verte entre las otras Busqué tu compañía
Quizás sólo buscaba Amor para unas horas Y al conocerte un poco Noté que estabas sola

Estas primeras dos estrofas bastan para clarificar el tema central de la composición. Se narra un primer acercamiento casual entre los amantes, en el que el sujeto lírico declara no sentirse seguro de buscar una relación formal al estar mayormente invadido por un deseo pasajero, situación que evidencia al recalcar su búsqueda de un “Amor para unas horas”. Pero, aunque aparentemente no exista la intención de hallar un amor duradero, sí hay un afán casi obsesivo por sentirse querido, por saciar algo que se percibe como una necesidad:

Tal vez quise olvidar Contigo mi amargura Quizá busqué en tu cuerpo Un poco de ternura

Estamos ante el viejo tópico de “un clavo saca a otro clavo”. El sujeto busca llenar su vacío con amor casual, pero inesperadamente se vuelve presa del enamoramiento al exclamar “Pero me hiciste tuyo, tuyo nada más”. Y ese volverse del otro representa otra faceta de la romantización: perder los estribos y dejarse llevar por el deseo ajeno, como si fuéramos seres sin voluntad. Éste es, sin duda, un principio común de numerosas relaciones de pareja.

Mía y de nadie más

Cuando la relación se concreta, vienen los celos, el miedo a que la persona amada nos abandone y nos recuerde que estamos incompletos e incapacitados para completar al otro. En la lírica de José José podemos encontrar este tema en la canción “O tú o yo” (1978):

Voy a poner cadenas en ti Para que no me engañes Para que no te vayas de mí En busca de otro amante

El planteamiento es indiscutiblemente violento desde el principio: retener, encadenar a la pareja para evitar perder su amor a toda costa; pero el sujeto lírico busca justificar su atrocidad a través del amor en sí mismo, y termina confesando su enorme carencia espiritual:

Sé que no soy el mejor Que soy un payaso Por eso te guardo aquí Compréndelo, amor, compréndelo

Una vez más el sujeto implora ser amado para vivir plenamente, e incluso intenta normalizar la súplica al pedir comprensión a su pareja, como si fuera obvio que ésta debe compadecerse de tan deplorable sentimiento. Sin embargo, la presente letra es apenas la faceta más amable de la posesividad, en la cual el amante se minimiza para dar mayor sentido a su sed amorosa. En “Cuando vayas conmigo” (1983), la exigencia sentimental se agudiza:

Cuando vayas conmigo no mires a nadie Que tú sabes que yo no consiento un desaire Que me sienta muy mal que tú vuelvas la cara Cuando tienes al lado a quien tanto te ama

Por razones obvias, esta canción se ha convertido en referencia al tratar de evidenciar el machismo en la música de José José. Aquí el deseo frenético y egoísta no se esconde: eres mía y de nadie más. Y, por si fuera poco, el sujeto profiere una amenaza, la de no aceptar un desaire, como si éste pudiera sentirse casi mortalmente ofendido por que ella desarrolle una afinidad mínima hacia cualquier persona o situación que no tenga que ver con lo que existe entre los dos. “Tienes al lado a quien tanto te ama” es la justificación final: Yo te amo de verdad, y si mi amor es sincero, ¿qué más puede faltarte?

Sexo y voracidad masculina

El tema “Esta noche te voy a estrenar” (1983) deja clara su intención desde el título: “estrenar” a la pareja, como si se tratara de un objeto, en un rito de iniciación sexual. La prueba de amor se combina en este caso con el ejercicio voraz de la masculinidad por parte del amante, quien precisamente fundamenta su deseo incontenible en la exaltación de su hombría y madurez:

Ya está bien de niñerías Ya está bien de tanto miedo Ya no soy ningún muchacho Sabes bien que te deseo Y en el fondo estás lo mismo En el fondo estás pidiendo Que te llene de caricias Como yo lo estoy queriendo

Enrique Gil Calvo habla de “tres modelos de masculinidad unilateral”: el heroico, el patriarcal y el libidinal. Este último modelo establece que:

“es la naturaleza quien hace hombre al hombre, desarrollando sus pulsiones internas: el instinto de placer y de muerte no es voluntad divina ni propia elección personal, sino una fuerza de la naturaleza que un verdadero hombre no está en disposición de controlar” (2006, p. 50).

Ésta es exactamente la propuesta de la canción que nos ocupa. El “Ya no soy ningún muchacho” es la señal que lo confirma: Sabes que ya soy un hombre y no me aguanto, así que entrégate. Dicha imposición masculina del sujeto lírico continúa al dar por hecho que su pareja femenina siente el mismo deseo de forma oculta, e incluso llega a utilizar esta premisa para reprocharle su resistencia al acto sexual. Así, la mujer se siente comprometida a tener relaciones íntimas a pesar de sus inseguridades, creyendo que se trata de un sello de amor indispensable. Entonces quedará “estrenada”, perderá la pureza que supuestamente caracteriza a la virginidad. Por lo mismo, queda latente la disputa entre la mujer que ya no tiene su virtud femenina ideal y la que, al estrenarse, es nueva, pero ¿nueva para quién o en qué contexto? Claramente, su novedad radica en el mundo patriarcal, en el que el hombre, con su violento instinto carnal a veces disfrazado de ternura y sensatez, hace y deshace a su manera.



Polvo somos y en polvo nos convertiremos… si no estamos juntos

La dependencia emocional, elemento infaltable en la concepción hiper romántica del amor, se hace presente en “Vamos a darnos tiempo” (1981), donde el sujeto lírico, aparentemente consciente del carácter fallido de su relación, implora distancia a su pareja, quien está sumida en una peligrosa vulnerabilidad:

Qué difícil es hablarte y tú no comprender Conversar lo mismo y enfadarnos otra vez Por qué no me dejas que me vaya por un tiempo Sin decirme que al momento Te vas a quitar la vida si me voy

La amenaza de suicidio por parte de la persona amada es la representación extrema y definitiva del sin ti no soy nada. Pero el amante, la voz de la canción, tampoco sale de esa “toxicidad” aunque parezca hacer un esfuerzo por establecer mejores términos, pues cree que la distancia y el tiempo bastarán para reparar lo que es evidentemente irreparable. Su dependencia se confirma en el coro:

Pero antes déjame decirte que te quiero Que tu amor es la única cosa que yo tengo Y me voy de tu lado porque no quiero perderlo Lo que tú y yo necesitamos sólo es tiempo
Tiempo para poder curar nuestras heridas Tiempo para empezar de nuevo nuestras vidas Tiempo para saber si tú me necesitas Tiempo para saber si me quieres o me olvidas

Entonces, lo que comenzó como un supuesto intento sano de ordenar las emociones de pareja, acabó simplemente por convertirse en una codependencia: Yo tampoco soy nada sin ti. Y aunque se insinúa la aceptación de que el amor pueda terminarse naturalmente, continúa subyacente la idea de que la distancia y la fuerza del amor harán su trabajo tarde o temprano: “Lo que tú y yo necesitamos sólo es tiempo” es el enunciado mortal que queda resonando en toda la canción.

Conclusiones

Debido al carácter meramente popular de las canciones citadas, es posible que algunos elementos de este análisis parezcan banales o demasiado evidentes ante algunos lectores. No obstante, estudiar estos aspectos con precisión es la única manera de clarificar en ellos los mecanismos culturales y semánticos que los relacionan directamente con la romantización excesiva de las relaciones de pareja.

En general, hemos podido ver cómo el amor romántico y el machismo, conceptos íntimamente relacionados, han logrado construir todo un imaginario en la música mexicana. José José, uno de los intérpretes más exitosos y queridos en la historia nacional reciente, consiguió un lugar en el corazón de sus escuchas con una receta artística infalible: ser él y además ser todos. En su canto hay un hombre que ama como casi cualquiera de nosotros (de hecho, el lector atento notará que los subtemas en que dividí este trabajo se asemejan mucho a las diversas facetas de un amor hiperromántico). Su amar y querer nos muestra la oscilación entre el goce y el sufrimiento como una medida ya casi utópica de la valentía humana. Ahora sólo resta preguntarse: ¿debe eso enorgullecernos?

FUENTES CONSULTADAS

Teoría:

Gil Calvo, E. (2006). Máscaras masculinas: héroes, patriarcas y monstruos. Barcelona: Anagrama.

Sanpedro, P. (2004, julio). El mito del amor y sus consecuencias en los vínculos de pareja. Página abierta (150). Recuperado de http://www.pensamientocritico.org/pilsan0704.htm

Souza, R. (2019, 3 de febrero). El amor romántico. El país. Recuperado de https://www.elpais.com.uy/domingo/amor-romantico.html

Canciones:

Gómez Escolar, L., Seijas, J., Herrero, H. (1978). O tú o yo. En José José (intérprete), Volcán. México: Ariola.

Gallardo, J. (1981). Pero me hiciste tuyo. En José José (intérprete), Gracias. México: Ariola.

Jaén, A. (1981). Vamos a darnos tiempo. En José José (intérprete), Gracias. México: Ariola.

Alejandro, M., Magdalena, A. (1983). Cuando vayas conmigo. En José José (intérprete), Secretos. México: RCA Ariola.

Alejandro, M., Magdalena, A. (1983). Esta noche te voy a estrenar. En José José (intérprete), Secretos. México: RCA Ariola.

Fotografía: Logan Weaver, Unsplash



Edgar Humberto Paredes (Autlán de Navarro, Jalisco, 1996) es estudiante de Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Veracruzana. Forma parte del comité editorial de Pérgola de Humo.

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