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Tres poemas


América Natividad Blásquez Vázquez


Luz decadente

Soy más bien polilla en la cama pelos enredados

pelusa gris

cortina de tela de araña

polvo blanco, antes, agua.

El punto que se esconde

en el centro de la habitación

o una hormiga que se suicida

al filo de la sábana.

O soy esta extensión de mí

esta piel que crece a todos lados

e invade el espacio

pasa por las grietas y se corta en pedacitos.

Soy este órgano de sal

el encierro del cuerpo en el cuerpo

estos brazos y piernas que se hacen infinitas

pero no tocan nada.

Sonido verde y azul que sale de mis poros

y palpita.

Mi decadencia, soy mi decadencia.



Ilustración: Luis Migranas


Los días circulares

Pero de esta catedral sin luz

salen moscas de flor podrida

y me baño con el agua verduzca

de los rezos dominicales.

Me bautizo, soy pecadora

y cambio mi nombre

porque esta manera de llamarme no es mía

sino de la que se fue con el alma de mi madre.

Polvo seremos

SOY

porque me desmorono a cada instante

a cada flechazo de indiferencia.

Me vuelvo aire en estas cuatro paredes

me impregno en las sábanas

y ya no camino con los pasos toscos de mi herencia,

ya no me trenzo el miedo de generaciones,

ya no paso mi mano por el pecho

para sentir si sigo viva.

No quiero ser siempre el mismo instante

de beso y despedida,

de despertar y el desayuno,

de la noche y la cama

la noche y la cama.

Ser yo la que se repite

y no el día,

siempre el mismo día.

Ni volver la cabeza al crucifijo

y llorar por lo que no hice,

por lo que no pienso.

Tampoco hacer reverencia,

ni sonreírle a figuras de cera

para que me salven del martirio de despertar sobre la derecha

y pensarme la vida

y pensarme el hambre.

Y entonces ya no llamar catedral

a esta patria mía que se desnuda.

Y saberme libre,

atravesada por la luz que negué,

llamarme agua verduzca,

agua noble, agua de flores de fe.

Levantar el ojo al interior

y saludarme en el sueño.

Sonreírme despojada de cadenas.

Sonreírle a mi patria,

a mi patria desnuda.



Raíces de agua

En la hora de las almas arrepentidas

y de los cuerpos impúdicos,

le dibujo una sonrisa a la luna

con los restos del vaho en mi ventana,

desato cada hilo de mi celda y los tejo al lecho,

me vuelvo mar entre la espuma de las sábanas

y me convierto en el afán

de ser la noche con sus estrellas,

de ser el último suspiro arrinconado en la garganta después del grito,

de ser rímel asfixiado entre el abrazo de las pestañas.

Bailar como se mueve la tela fina,

-casi invisible-

en la boca del viento

y llegar arriba, muy arriba.

Hacerme ciega y a tientas encontrarme:

el cabello revuelto, el pecho electrizado

y mi monte vibrante entre raíces de agua.

Ya no hay tacto que aguante esta tempestad

de abriles acobardados.



América Natividad Blásquez Vázquez. Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas. Ha colaborado en las revistas literarias Tintero Blanco y Monolito con textos de su autoría. En 2019 obtuvo el tercer lugar del Premio Nacional al Estudiante Universitario en la categoría poesía “José Emilio Pacheco” por su obra Lord Ganesh.

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