Francisco José Casado Pérez
ET OMNIA PAENE IN SANGUINE MUNDANTUR SECUNDUM LEGEM,
ET SINE SANGUINIS EFFUSIONE NON FIT REMISSIO.
-Carta a los Hebreos, 9, 22.
Henos aquí (de nuevo).
De último momento
con el cielo al rostro.
Miro por encima de los ojos
–sobre una tierra donde ya no pertenezco–
hacia la teándrica comunión del cuerpo;
una voz primigenia detrás de la puerta
me conduce sin vacilar sobre este camino de luz.
¿Quién mejor que yo para sufrir por mi propia vida?
¿Cuántos habrán muerto para este momento?
Ninguno como tú, oh cordero, ninguno,
a pesar de parecernos a ti, excepto
cuando la piel no cubre los colmillos.
Ambos entendemos desde el nacimiento
la imposición de arder juntos, cordero,
por nuestra proclive condición
de criminal, esbirro, paria
de una patria que solicita sangre
para emancipar toda culpa ante la nada
y así levantar el peso ignoto de los actos
im-puestos a hombros del alma.
¿Qué tendrá la sangre
para hacer fácil penetrar la letra;
saldar cuentas y embrujar a quien la toca
en vísperas de la próxima luna?
No sientas lástima, cordero,
ante la gentrificación del sacrificio.
Con el tiempo, la única sangre para ofrecer
será la que se desgasta en cualquier oficio:
la insensible muerte a través del tiempo.
Lo único que nunca sabremos será
cuánta fue derramada para que la nuestra
se volviera un bien de equivalente oferta.
¿Será suficiente este cuerpo
para borrar el castigo sobre la estirpe
donde nacimos como cualquier extraño?
Aún después de tanto tiempo frente a ella,
nunca cesó el sentimiento de culpa.
Lo intuíamos, cordero;
por nuestra sangre corre la estrella enemiga
que algún día habría de salvar al resto de la humanidad;
somos los testaferros que revelarán a los muertos la verdad
a sus rostros que añadieron las navajas su color pétalo
y en todas latitudes a sosegar el corazón:
vacío inocuo de la carne.
Devórame, padre, así como te he devorado
en el intento por resarcir la memoria
de quienes dedico esta inmolación;
instante –por el momento–
donde otros quedan exentos
de cualquier falta o adeudo.
Queda conformarnos ante nuestro cadáver,
cordero, donde la tumba que nos sigue
ha lanzado su cadena intangible
para dar introducción y reincidencia
al martirologio del que nadie lleva la cuenta
(¿acaso Dios también queda exento de culpa?)
hasta la muerte del último hombre sobre la tierra.
Así como el amor ardió sobre mí en soledad,
la sangre se azulea por el éxtasis,
se deja atrás todo mal
dividido entre templos sobe el universo:
altares donde se predica el hecho implícito
que todo cuenta con una cuota de sangre.
Fotografía: Nathan Dumlao, Unsplash
Francisco José Casado Pérez (Ciudad de México, 1990). De formación arquitecto con enfoque en la restauración de edificios históricos, su curiosidad lo ha conducido en busca de una voz escrita, afortunadamente, publicada por revistas digitales Primera Página, Página Salmón, Granuja, Nudo Gordiano, Teresa Magazine, Perro Negro de la Calle, Sinestesia (Colombia), El Almacén (Perú); así como parte de los fanzines Áspera (#3 y #4), Signos (#1) y ETC #6 del Taller Ambidiestro (Colombia). Recientemente fue seleccionado como parte de la 4ta generación de Nido de poesía de las editoriales Los Ojos del Tecolote y LibrObjeto Editorial.
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