Ángel Fuentes Balam
ARIADNE
Mi hija es una piedra.
Ahí
me apoyo
para construir la catedral de la paz
que desplume al arcángel
de mi tiniebla.
Mi hija es raíz de Marzo
por ella
nace
la primavera definitiva. La floresta
milagrosa, donde los más sabios
extraen
pociones para curar el luto.
Mi hija es una barca
ahí navego
hasta descubrir la cuna del sol,
el recipiente de la luz no cegadora,
la mañana imperecedera.
Cuando sea el Fin
y los ángeles toquen las trompetas,
renaceré en la casa de mi hija;
su madre preparará hogazas tiernas,
mientras yo bajo por la escalera circular
cargando a la pequeña
que recibirá con limpia sonrisa el nuevo mundo.
MA
A mi madre, Rosalinda
Cuando fui gaviota herida bajo tu playa me escondí,
en su brisa vehemente sacudí mi pluma;
la arena no me pareció desierto sino larga caricia.
Oigo tu voz, rezos en las noches secas:
¿hablas con dios sobre mí y de los arcanos en tu corazón de espuma?,
¿le cantas rondas infantiles?, ¿lo reprendes por su ausencia?
El único dios que yo he conocido son tus brazos, madre.
Tus palabras han nutrido las mías: los versos no son sino un espejo
que pretende reconstruir tu belleza, tu savia. Tú, sabia y melodiosa,
nota final de primavera, invierno cadencioso, estío orquestal:
ahí tu risa, madre, incomparable acorde mayor
tiñendo de oros el otoño.
Tus labores rutinarias no son menores que las de los héroes,
salvan a esta raza: desde cómo colocas la olla en el fuego,
cómo miras la tela que remendarás, cómo nos dotaste
de brío en ásperos tiempos: eso es lo que hace inmortales
a las almas. Y vivirás por siempre, madre nube,
pesebre de la gracia, bosque perfecto donde aprendí a amar.
La primera sílaba que salió de mis labios fue tuya
y la última regresará a tus alas.
PÁ
A las lágrimas de mi padre Fernando Fuentes en el momento de partir,
y a la sonrisa de mi hija al verme llegar.
Papá todo lo puede resolver:
desde medir la anchura del firmamento,
hasta iluminar la caverna más profunda,
colocando un millón de bombillas eléctricas
para que no me dé miedo la oscuridad.
Papá puede lograrlo todo:
jugar conmigo aunque se sienta derrotado,
construirme pequeños muñecos con cerillos y cebolla,
enseñarme a cruzar la calle y a patear el balón.
Papá está aunque no esté: tiene esa habilidad
de superhombre.
Papá a veces se siente solo y no le dice a nadie;
pero su corazón se llena -igual que un lago- de mis ojos.
Yo nunca olvido que sigue siendo un niño asustado
(aunque muy adentro de su laberinto)
y por eso me ama tanto, porque le recuerdo a él.
Mi padre es nube radiante cuando anochezco
y nube negra cuando requiero agua.
Mi padre no habla mucho, es como un árbol que susurra
y fructifica para alimentarme.
Mi padre detendría la migración de las mariposas
si yo necesitara,
pelearía contra halcones, dejaría de ser piel
para convertirse en frío
si el ardor de la tristeza tocara mi cuerpo.
Ángel Fuentes Balam. Mérida, Yucatán, México. 1988. Director de teatro, escritor y actor. Es autor de los libros: Melodía tu engranaje quieto (Editorial El Drenaje), Cruoris o la rabia que fuimos (Libros en Red) y Devoré el cráneo de Eros (Ediciones O). Ha publicado en antologías y revistas a nivel nacional e internacional. Productor de: “Buqueic” (2017-2018), presentación de lectura y acciones escénicas sobre literatura pornográfica, erótica y violenta, realizada por autores mexicanos.
Foto: Lauren Lulu Taylor. Unsplash
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