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Para leer a Sartre en un encierro


Gerardo Ronzón

Hoy he jugado a ser.

Me dieron reglas

y las grabé en la piedra de mi cráneo.

Jugué, como he dicho, a limar cada barrote,

a fundir mi hueso en mundo.

¿Sabes cómo ajar las sirgas de mi padre?

Mi espalda era una lengua saboreando

la textura del látigo.

¿Toda sangre sabe a libertad?

Me clavaron una aguja

en cada articulación del habla

¿Cómo probarme, entonces, que soy libre?

Decidí corretearme

en el fatal sendero de la alcoba.

Cerradas ya las puertas, las ventanas,

cayeron mis vértebras —una a una—,

y agrietada la carne fluyó en ceniza de lo vivo.

Mi travesura fue decir «No»

No quiero ya la soga del ahorcado.

No quiero ya la torre y su derrumbe.

— Madre gritando Inútil en mi oído

Alguien gritando Puto en mis narices;

Aguanta vara; bájale de huevos. —

Jugar es agrietar mi carne y las paredes;

Hablar.

¡Que hable la herida

con su lamento tosco de ladrillo;

la piel derrame el pulso de la roca!

En cada martillazo, el miedo

se filtrará del muro, mas es preciso

dejar que gota a gota

se quiebre en mi epidermis la cascada

que romperá el rezón de mi silencio

Sabrán quebrarse, todavía…

Los ronzales?

Los cabestros?




Gerardo Ronzón (Xalapa, Ver., 1997). Estudiante de Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Veracruzana e integrante del comité editorial de Pérgola de Humo.


Imagen: Petr sidorov on Unsplash

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