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Las semillas del árbol: cómo brota un lector. Una entrevista con José Luis Martínez Suárez


José Luis Rangel Gasperín


Dedicado a sus labores como profesor universitario y a sus funciones como bibliotecario en la Biblioteca de la Ciudad, José Luis Martínez Suárez es un hombre de trato afable y de inteligencia aguda. Como tantas otras veces, lo encontré en el cubículo en el que ha leído infinidad de libros y donde, en otras ocasiones, impartía de manera entusiasta un círculo de lectura donde tuve el gusto de conocerlo hace más de diez años.

Conocedor de las novedades literarias y las posiciones críticas más relevantes en torno a las Humanidades, José Luis Martínez Suárez es un lector entusiasta de poesía y de otros géneros literarios; ha escrito libros al respecto y ha tratado, como un esfuerzo vital, el promover la lectura para todo aquel que quiera escucharlo. Recientemente, se ha dedicado a investigar el papel que desempeña la lectura en voz alta en la formación de lectores y cómo la compañía entre niño y cuidador representa algo de gran importancia para ambas partes.

Quien cuida a alguien también está cuidándose a sí mismo. Ambos crecen y disfrutan de ese espacio compartido como un árbol que está brotando gracias a alguien más que lo protege. Lo mismo sucede con los lectores: se lee porque alguien más te ha leído, y eso hará que tú también quieras leer acompañado. Contra lo que se cree, la lectura es una de las más nobles formas de compañía, y dos desconocidos pueden volverse amigos a través de los libros que han compartido con el tiempo. El trasfondo de esta conversación se nutre de dicha experiencia.


JLRG: Maestro, usted es una persona que ha trabajado de forma destacada en el ámbito del fomento a la lectura; es una de las actividades principales en las cuales se ha desempeñado, e incluso ha sido premiado por dicha labor; en consecuencia, inicio con la siguiente pregunta: ¿cuál es la importancia de la lectura? ¿Por qué resulta necesaria esta actividad para la sociedad?

JLMS: Se podría responder muy fácilmente a esto: la lectura tendría que ser tan necesaria como respirar, pero realmente esto involucra una situación en la que no todos estamos participando, porque hay gente analfabeta que no sabe leer, por supuesto, pero está existiendo; y eso no implica que no sean, en términos orales, comunicadores magníficos. Circunscribir la lectura al proceso que sólo implica descifrar textos impresos o textos electrónicos limita mucho el concepto de lectura porque la lectura es amplísima.

La lectura no sólo implica formulaciones de naturaleza institucionalizada, sino que la lectura forma parte de un proceso de vida; de tal manera que un árbol se puede leer, un montón de tierra se puede leer, nubes, tierra y río se pueden leer al mismo tiempo; es decir, la semiótica es algo que está vibrando en cada uno de nuestros parpadeos.

De ello habría dos posibilidades de responder a tu pregunta: una es que la lectura realmente está atravesándonos de cabo a rabo en todas las actividades que realizamos como seres humanos, si la concebimos bajo este amplísimo espectro que implica una decodificación constante de todo lo que nos rodea y de nosotros mismos. La otra lectura, la institucionalizada, la que institucionalmente se ha convertido en uno de los grandes recursos para enriquecer la cultura que se enseña a través de la escuela, es la que pronto entra en crisis, por las formas ortodoxas en las que se preconiza y se quiere enseñar. Y, en consecuencia, ha desarrollado, a lo largo de la historia, una serie de propuestas que, cada una de ellas, persigue que la lectura sea una realidad que no vulnere al individuo sino que le ayude a construir.

Esta perspectiva de lectura tendría que concebirla como una necesidad, pero no la lectura obligatoria porque ésa es la mejor propuesta para no crear lectores: imponer la lectura. Este olvido de que la lectura necesariamente tiene que ser un acto comunicativo que construye al individuo y de él construye su contacto con los demás tendría que estar en la base de todo proceso de ciudadanía. Y eso es algo que veo muy alejado, desafortunadamente. La lectura impuesta es una apuesta segurísima a que no se forme un lector sino que éste huya de la lectura como si fuese algo malo. En esa situación difícil se debaten todos los esfuerzos del sistema educativo, y no sólo de este país; realmente todos los sistemas educativos están enfrentando este hecho que se ha convertido en un problema. Mientras se construya el intento de difundir la lectura con procesos ortodoxos simplemente no se va a lograr. Y ahora las condiciones del desarrollo tecnológico están abonando el camino de la desintegración de la lectura como una necesidad para formar individuos.


JLRG: Podríamos decir entonces que en este proceso de lectura hay una bifurcación: un primer proceso que implica la experiencia humana, la simple lectura de la realidad, la manifestación sensorial de lo que percibimos, lo que vemos, lo que transmitimos a otros y que conlleva un posicionamiento crítico; y por otra parte, esta misma lectura de la realidad se asocia muy directamente con la lectura de un texto, la cual resulta impuesta a través de la educación institucionalizada. A mí me parece muy interesante, y no sé si nos pudiera ahondar al respecto, cómo realmente ambas actividades son paralelas y se dirigen hacia un mismo punto, pues ambas son lecturas propias de una experiencia, pero la falta de una de ellas, es decir, el que alguien lea o no lea, puede marcar a una persona para el resto de su vida académicamente hablando en un contexto tan importante como es la vida escolar…

JLMS: Tu pregunta abre la necesidad de hacer un planteamiento: en términos de estereotipo pareciera que los lectores son aquellas personas que nacen en ámbitos donde el libro forma parte de la experiencia cotidiana, los padres o sus cuidadores son personas que leen y que tienen una actitud muy conveniente con el libro, no en términos de ritualización sino de considerarlo un objeto que porta cultura y que puede modificar la experiencia de vida de quien lee. Pero no siempre es así, y por fortuna, porque entonces estaríamos determinando muy negativamente los efectos de la lectura.

Lo que sí es muy necesario es la sensibilidad de la gente que cuida niños de los padres para hacer algo elemental y absolutamente necesario; si eso no se da, entonces sí hay una interferencia en el concepto de lectura que puede convertirse en una rémora para el proceso educativo de un individuo. Me refiero a la lectura en voz alta. Y no necesariamente de texto impreso, sino ahora yo estoy enfatizando que no hace falta sólo leer; hace falta conversar con un niño, pero no edulcorando la voz ni haciendo carantoñas sino hablando como se habla con un ser humano inteligente.

Si no sé leer, puedo al menos conversar con el niño a mi cuidado y le puedo contar historias y convertirme en un sujeto de cuento oral para narrarle mis experiencias de vida a través de la formulación de un cuento. Y eso va creando una serie de procesos imaginativos en el niño, que no es otra cosa que desarrollar su posibilidad de lectura de la realidad. Claro que, si sé leer y tengo acceso a bibliotecas o a una serie de recursos enormes en versión electrónica, le puedo leer; y hacerle ver al niño que la pantalla va más allá de los TikToks, unos chistosos y otros no tan chistosos sino muy violentos, y que hay una realidad que puede nutrir mis expectativas de pregunta respecto de la realidad misma.

Concretando: no necesariamente se le debe sólo leer un texto impreso a un niño, sino se le debe prestar atención en términos comunicativos. Y aceptar la posibilidad de responder todas sus preguntas en un ambiente de comunicación. Eso sería el inicio de un proceso que, cuando el niño por su cuenta se tope con la realidad de la lectura del texto impreso, sus formulaciones van a estar preparadas al respecto para hacer efectivo su trabajo de lectura ahora en texto impreso.

Hace falta esa sensibilidad de saber comunicarse con la gente que está en proceso formativo. Y esto es privativo en la infancia, porque los primeros seis años de formación de un niño son fundamentales para todo lo que el futuro le depara; sin embargo, es verdad que en la escuela primaria, en la escuela secundaria e incluso en el bachillerato se van afinando estos procesos, y se va afinando una lectura más compleja de la realidad donde el individuo se sabe hablar a sí mismo, y por ello, valora a los otros, y sabe empezar a estar.

Porque ésa es una necesidad: primero sé estar conmigo mismo y después sé estar con los demás. Yo creo que ahí está la clave de una ciudadanía productiva, porque entonces el individuo se valora, pero también valora al otro como tal, de una comprensión vital y comunitaria. La lectura lograría eso. Uno de los ejemplos de pedagogía crítica en nuestro ámbito es Paulo Freire, y han desarrollado propuestas de esta naturaleza: puedo integrarme como individuo a una comunidad, pero cuando la comunidad está integrada por individuos en donde vamos a desarrollar un proceso comunicativo, y no un conjunto de personas que de pronto obedecen a lo que un líder determinado está proponiendo; ésa es la anulación de la ciudadanía. Alguien que se formó en lectura va a rechazar e incluso va a proponer.

Ése es el gran reto, porque por mucho tiempo este tipo de formulaciones estuvieron prohibidas por sistemas educativos, porque hacen pensar al individuo. Y la lectura, lo primero que hace por ese impacto tan profundo que tiene en el desarrollo de la imaginación es precisamente eso: no le da posibilidad a un lector de verse frenado en su lectura ya establecida de la realidad.


La plaga, Cristina Meza


JLRG: El planteamiento que acaba de compartirnos me recordó un cuento de Verónica Murguía, “El idioma del Paraíso”, que habla del afán de un gobernante en la Edad Media por descubrir la lengua de Adán y Eva a través de un experimento con tintes muy oscuros: recluir a unos bebés indefensos y cuyas nodrizas únicamente podían alimentarlos, pero no hablarles. La consecuencia fue que los bebés murieron, no por falta de sustento, sino porque no tenían palabras que les abrigasen también. Las palabras silenciadas, ante el hecho de no tener esta esfera afectiva, que es la palabra, y que va más allá del carácter impreso o escrito, sino a través de un carácter oral, nos muestra lo que usted está planteando: la importancia que tiene, desde una etapa temprana, acercarse a las palabras para generar historias y cómo éstas tienen un impulso muy marcado para quienes crecen con este afecto…

JLMS: Así es. Esto que recuerdas de Murguía me recuerda un texto muy doloroso con momentos verdaderamente luminosos; es un hecho histórico y es la historia de Kaspar Hauser: un niño que nació fuera de matrimonio, de padre aristócrata, el cual decide que se recluya al bebé y lo destina a un par de ancianos con la exigencia de que lo alimenten pero que no le hablen absolutamente una sola palabra y que lo mantengan encerrado. Entonces, ellos cumplen con esto, pero a medida que el tiempo pasa, Kaspar va creciendo, pero no habla; y está creciendo bien, porque es un niño sano. Un buen día, la pareja de ancianos entra en la desesperación total porque saben que en cualquier momento van a morir y el niño se va a quedar solo, va a morir también. Entonces, una madrugada van al parque del pueblo y lo dejan abandonado allí. Kaspar es un niño sano, sólo que jamás ha tenido contacto con la realidad, y de pronto allí está sentado, no sabe que puede propiamente caminarlo; no sabe qué hacer. Decirlo así es fácil; tratar de ubicarse en su realidad es de una violencia extrema, es algo que crea conflicto para cualquier lector.

Hay un médico que tiene su consultorio enfrente del parque donde ha sido abandonado el niño y se da cuenta que hay reacciones convenientes en él y propiamente lo adopta. El niño no puede hablar, pero desarrolla acciones que implican una formulación inteligente. Sólo gruñe, en el mejor de los casos, pero el médico se da cuenta que es un niño curioso; y un día advierte cómo ha aprendido a caminar, y que corre y se va hasta el centro del parque, y algo hace con su mano poniendo el dedo pulgar en frente de su rostro, y vuelve a correr, y se mete a su habitación y, desde la ventana, hace el mismo gesto, poniéndose el pulgar en medio de la nariz. El médico se da cuenta que Kaspar Hauser está fijando su atención en la torre de la iglesia del pueblo; entonces, advierte que el niño no logra integrar por qué desde su habitación con un solo dedo puede ocultar la torre, y cuando corre hasta la iglesia y pone su dedo la torre sobrepasa esos límites. Entonces, el médico se da cuenta que ese niño necesita simplemente atención y que va a despuntar.

El médico empezará a enseñarle a leer, y traigo a colación este pasaje porque el niño aprende rápido y le pregunta que cuál es su nombre. Entonces el médico le inventa un nombre y le pone Kaspar, pero lo que me maravilló y me entristeció es que Kaspar ha sembrado algo en el jardín y cuando el médico le pregunta qué ha hecho le dice que ha sembrado su nombre, porque quiere ver nacer su nombre de la tierra, quiere tener raíces, quiere saber que ahí dice “Kaspar”, pero nadie lo ha escrito, sino que es la propia tierra que lo está señalando. De detalles como estos está repleta la historia de Kaspar Hauser, que nos habla de cómo la palabra funda y el nombre definitivamente te da raíces.

Siempre ha habido esta necesidad y búsqueda de saber cuál fue el primer lenguaje. Se habla también de un faraón que quiere saber cuál es la lengua primigenia y también hay una pareja de nodrizas que viven cerca de un collado; entonces, todas las tardes las ovejas llegan y empiezan a emitir su balido, y cuando los niños pronuncian algo, lo primero que pronuncian es algo parecido a lo que en lenguaje copto significa “pan”. Esto para el faraón fue la iluminación, diciendo que el primer lenguaje del mundo era el copto porque esos niños habían dicho “pan” en su primera palabra, lo cual no es más que una ingenuidad investigativa; sin embargo, va encaminado al valor que tiene la palabra en términos de construcción de una realidad; por eso es tan terrible advertir la pobreza que estamos ahora advirtiendo en las juventudes, porque el lenguaje se ha reducido enormemente.

Eso limita la posibilidad expresiva, que abre camino para una construcción cada vez más sólida del concepto de lo humano. En la medida en que esto se va anulando, también se va anulando la posibilidad de decir cómo me siento y cómo advierto lo que tú me estás diciendo; a lo mejor no pasamos de monosílabos… Sí y no…


JLRG: Es una conversación que no nos dice mucho…

JLMS: que es fática, porque hay un sistema que está diciendo: “Dime algo inteligente y yo te lo voy a contestar”, pero se cae en la superficialidad y se anula toda comunicación. Eso es terrible porque se está haciendo tabula rasa de esto que estamos hablando: del valor innegable que tiene la palabra para la construcción del individuo.

Voy a insistir siempre en que un individuo construido sólo encuentra su correlato con otros individuos construidos o a quienes va a posibilitar construir, pero siempre respetando la individualidad del otro; es un equilibrio muy importante, absolutamente necesario y que tiene que ver con la palabra. Se ha vuelto una situación verdaderamente difícil.

A situaciones difíciles se han enfrentado los seres humanos desde que Lucy vivió en el centro de África, pero cada vez han sido más agresivas las situaciones.

JLRG: Sé que usted ha desarrollado en los últimos meses un programa de lectura acompañada entre niños y sus cuidadores con apoyo de estudiantes de la Facultad de Letras y me gustaría que nos compartiese un poco sobre esto…

JLMS: Nace con un trabajo que desarrollé en un sabático reciente que tiene que ver con la lectura en voz alta. Está absolutamente demostrado que la lectura en voz alta es el gran instrumento de apropiación de la lectura de la realidad y que no necesariamente necesito saber leer para impulsar estas formulaciones de lo que reconocemos como lectura en voz alta. Hay programas que han sido desarrollados por instituciones sólidas que demuestran que, en efecto, hay una apuesta que va a resultados seguros si la lectura en voz alta se desarrolla desde que el individuo es bebé.

Entonces, con esa idea, en la Facultad de Letras Españolas de la Universidad Veracruzana, en una experiencia educativa que se llama “Enseñanza de la literatura”, tuve el apoyo de los estudiantes para llevar la experiencia a un jardín de niños y, por otra parte, trabajar en la Biblioteca de la Ciudad con un taller breve pero que persiguió demostrar a los estudiantes de la Facultad que esto es algo necesario y que aporta mucho a quien se compromete a realizarlo. Claro que es muy exigente: realizar una actividad con pequeños involucra una responsabilidad clara, un planteamiento definido.

Los resultados fueron sorprendentes: recuerdo el comentario de una estudiante que decía que nunca había enfrentado el trabajo con niños pequeños, pero ahora veía el acto educativo con una actitud completamente distinta y que le gustaría mucho trabajar con niños pequeños. Lo valioso de la experiencia no fue sólo la aportación que cada uno de ellos hizo, sino el resultado final: darse cuenta que trabajar con niños de esa edad es muy exigente, pero los resultados son maravillosos porque los niños se entregan a una buena propuesta y sus resultados están mostrando que, si eso se hace consuetudinariamente, por supuesto que otra realidad tendríamos.

Es muy esclarecedor para todos, pero principalmente hay un balance muy positivo para programas de enseñanza de la literatura, que son varios en el país. Si hubiera una modificación en el plan de estudios que considerara la enseñanza, no como se hace en todos los programas educativos de literatura, a través de la enseñanza de educación media y superior, pero no se piensa en la educación básica, y es allí donde hace una absoluta falta el trabajo pormenorizado y comprometido con la lectura.

Después de la pandemia, es todavía más obvio que se necesita eso. Porque son dos años de inactividad y, aunque hubo gente comprometida que trató de sacar adelante esto, tenemos una especie de hoyo negro que desafortunadamente, en términos culturales, en lugar de reducirse, conforme pasa el tiempo, se va a agrandar. Si formásemos lectores, algo estaríamos apoyando para enfrentar esto.

En este momento no lo advertimos, pero estamos ante una situación verdaderamente atroz que, en cosa de ocho años o más, va a estar presente: gente que no sabe leer y que va a seguir avanzando en su proceso educativo.


JLRG: Y qué importante mencionar que se trata de un proceso de formación de lectores. Sobre todo si proviene de un académico que ha formado a los estudiantes de Lengua y Literatura como una de sus labores principales: la formación de otros lectores…

JLMS: Por supuesto. Esto sería una aportación de los planes de estudio de literatura que demostrarían el compromiso social de estos programas. Hay también que mencionar que las humanidades enfrentan una especie de desprestigio en términos de utilidad; por eso, el recientemente fallecido Nuccio Ordine escribió un libro que es luminoso, pero que tiene una parodia desde su título: La utilidad de lo inútil, y habla precisamente de las humanidades, especialmente de la literatura. Porque desde parámetros cuantitativos no se ve claro qué cosa aporta un programa de literatura a la sociedad; pero si también advertimos que en los claustros académicos que integran los programas educativos no se le presta ninguna atención al compromiso social, como esto que evidenciamos con la lectura para niños de preescolar, vemos cómo también hay una vivencia en la torre de marfil de estos programas que han hecho que se haga un estereotipo muy negativo de quien cifra su vida en un plan de estudios de literatura cuando tendría que ser totalmente lo contrario.

Y sin contender con las escuelas normales, que tienen un cometido completamente definido, acá lo que harían los programas educativos sería seccionar unas partes de sus contenidos para darle cabida a esto que definiría por completo la función social de un programa como éste. Sin menoscabo de lo otro, de lo que se hace en los claustros de la teoría literaria, la historiografía de la literatura; todo puede equilibrarse, pero creo que una de las grandes aportaciones sería trabajar con los profesores de educación básica en ese tipo de formulación sobre la lectura en voz alta.


JLRG: Hay un libro de Alberto Manguel que explora las metáforas de la lectura, y una de las tres que se mencionan en él es la del lector en su torre de marfil. Muy cercana también a otra de ellas: el lector devorador de libros, el lector que devora vorazmente gran cantidad de libros, pero éstos no le sirven de mucho. El libro se vuelve más bien como un espejo de vanidad, como un vehículo vinculado al engrandecimiento del ego y que hace a un lado la función que, bajo mi punto de vista, tiene siempre la lectura, que es esta conexión con otro. En ese sentido, ¿qué podría plantearse para considerar, socialmente hablando, en torno al egreso de estudiantes de literatura? Puesto que es muy claro que, con esta formación que adquiere un estudiante de Letras, las contribuciones que puede hacer al país para el futuro son notorias e importantes…

JLMS: No sólo los planes de estudio en Letras, sino realmente todos los planes de estudio del área de Humanidades y Ciencias Sociales tendrían que estar definiendo, con base en los contextos contemporáneos, su perfil de egreso.

Hace poco recordaba una crítica a los sistemas educativos: tenemos escuelas del siglo XIX con profesores del siglo XX y con estudiantes del siglo XXI. Me parece una metáfora aterradora, pero real, porque es como describir realidades que se circunscriben al ámbito del aula todos los días y que cada quien está en la hegemonía de su discurso, sin moverse de acuerdo con lo que exige la realidad.

Advierto que sigue entronizándose el concepto de disciplina cuando lo que tendría que fomentarse es la interdisciplina para darle forma a esta diversidad que está exigiendo atención, pero que, como nos movemos en compartimientos estancos, cumplimos con lo que normativamente está expresado y que se las ingenie sólo el egresado cuando enfrente un mundo laboral que no se parece en nada a lo que se le está enseñando y con lo cual se le está formando.

Ése es un compromiso que tendría que atenderse inmediatamente en todas las revisiones de planes de estudio: dejar de defender los cotos personales para que, de acuerdo con el perfil académico, pueda ver qué puedo dar, pero de acuerdo con los contextos en los que nos estamos moviendo, y el perfil del egresado que va a enfrentar un panorama laboral que no se va a parecer en nada a lo que yo, como profesor de tantos años en la universidad he enfrentado. Hace falta ese compromiso en el diseño de los planes de estudio y la adaptación en los planes de estudio para que estos egresados por lo menos visualicen que las condiciones laborales a las que van a enfrentarse no se parecen en nada a lo que, en términos de un plan de estudios, se diseñó. Hace falta este diálogo interdisciplinario.

A diferencia de lo que muchos proponen, que se prohíba el uso de las tecnologías y demás, creo que no. Hay que fomentar un diálogo entre lo que tenemos como avances tecnológicos y lo que la tradición nos ha demostrado que fructifica. La misma cátedra medieval nos puede servir, nada más que haciéndola fructificar en este diálogo necesario con la diversidad que ahora nos enfrenta. En ese sentido, creo que lo que habría que enfatizar es esta revisión de propuestas de perfiles de egreso frente a la realidad laborales que van a enfrentar los egresados para decirles: lo que vas a encontrar es esto, y tú tienes tal preparación que te permitirá, no sin algún sobresalto por supuesto, enfrentar imaginativamente esto, porque hay una solvencia de formación de tu parte.

Hay mucha gente que ha enfrentado esto ya, y que ha tenido que darse cuenta cuando ya está en la palestra. Algunos sucumben, desafortunadamente; y otros se dan cuenta que tienen elementos para enfrentar la situación con calidad.


JLRG: Podríamos decir que, de alguna manera y siendo un poco alarmistas, la literatura también es una actividad peligrosa si no se tienen bien claras las dimensiones que involucran a su realidad, y podría uno caer en algunos aspectos quijotescos al respecto…

JLMS: Quijotescos, sí; pero en el sentido de un idealismo positivo. Porque también se hace una caricatura del Quijote haciendo que su idealismo sea un fracaso asegurado, y creo que ésa es una lectura equivocada. En ese sentido sí: junto con este idealismo que hace que don Quijote libere a los presos que llevan los galeotes, pero porque confía en la naturaleza humana, hay que considerar que, en efecto, la lectura transforma al individuo, pero no siempre te enfrenta con la felicidad absoluta. Te enfrenta finalmente con la realidad y sus diversidades; te enfrenta con situaciones que, de pronto, te sorprenden porque son muy duras y querrías no haber leído, no haber enfrentado esto, pero precisamente esa especie de terapia de choque con lo humano te permite advertir que la realidad es múltiple y es necesario fortalecerse desde allí.

Recuerdo que, con una idea así, Martha Nussbaum tiene un libro magnífico titulado Justicia poética. Ella se puso a trabajar a partir de un ejercicio literario: le dio clases de literatura a los jueces para discutir el tema de la justicia. Fueron formidables los resultados: porque la representación social que te permite la literatura en su conjunto le abrió camino a la discusión plena a los jueces. Y me parece formidable: ojalá y las fiscalías de este país pudieran tomar un curso de esta naturaleza para darse cuenta de las sandeces que están haciendo. Porque la literatura como representación de la vida se convierte en el gran ejercicio de jurisprudencia para decir: “Esto es correcto” y “esto no es correcto”.

Martha Nussbaum lo hace muy bien con ese concepto, que recordarás que lo manejamos en literatura precisamente para hablar de cómo la justicia en la realidad no existe y sólo en el planteamiento literario vamos a advertir que se ejerce la justicia. Nussbaum tomó la literatura para llevarla al ejercicio de los jueces y decirles que es posible. En ese sentido, sólo lo que ha de hacer un lector que enfrentó críticamente su lectura de la realidad a partir de lo que leyó. Y eso sería lo ideal.

Los planes de estudio de todas las facultades de letras españolas o hispánicas tienen un cometido muy claro: formar lectores profesionales. No formar escritores; eso ya cada quien lo desarrolla como puede o como cree que puede. No se trata de formar escuelas para creadores; son programas educativos para crear lectores profesionales. Por ese lado, si está el planteamiento tan claro, simplemente hacer énfasis en que todos los programas educativos dirigieran parte de su atención a la formación de lectores trabajando con los actores principales que desarrollan la actividad docente con niños, como son los profesores de educación básica. Crear el interés en los programas educativos de literatura y crear la vinculación con las Secretarías Educativas para trabajar con sus profesores. Eso sería lo más conveniente para reforzar el compromiso social de los programas de literatura en este país. Y no sólo en este país, sino en cualquier parte.


JLRG: Qué interesante que, a la par de este planteamiento, si recordamos que en la primera parte del Quijote, tras el escrutinio de la biblioteca, la sobrina de Don Quijote dice que lo peor que puede ocurrirle a su tío, además de ser caballero andante, sería volverse poeta, pues la poesía —nos dice— es enfermedad incurable y pegadiza. Asocio esto con lo último que conversábamos: vale la pena observar que directamente el acto de la lectura, vinculado al hecho de formar pensamiento crítico y de acercarse a otras realidades a través de la mirada del otro, también conecta con este otro aspecto que es el hecho de la escritura. Y cómo ambos polos a la vez se nutren y se complementan en el sentido de que si se lee puede haber una naturaleza también que origina un discurso. Y que muchas veces se escribe sin necesidad de tener un lápiz a la mano. Entonces, a partir de ello, no sólo en los estudiantes de literatura, sino ya a través de la sociedad en su conjunto, podemos tener resultados muy favorables para todo aquel que esté involucrado con la lectura…

JLMS: Yo confío en la lectura. En términos culturales, creo que sí existe esto como una panacea: es un remedio para todo. Al mismo tiempo que también tiene sus aristas…


JLRG: Sobre todo si entramos a ese juego quijotesco-bovarista de confusión entre realidad y ficción…

JLMS: Exactamente. Sin embargo, la lectura como ejercicio de formación es una realidad. Me interesa mucho enfatizar que se aleje el concepto de la lectura como una formulación elitista, porque eso hace mucho daño. Hasta la fecha, todos los programas de estudio de literatura cargamos con el sambenito del estereotipo: gente aburrida, que está metida en espacios llenos de libros…


JLRG: Gente con poco que decir…

JLMS: Sí, que habla poco porque está ensimismada. La caricatura de estar mirando las estrellas y no mirar el piso, son estereotipos. Y también el daño que ha hecho confundir la erudición con conocimiento, porque yo creo que el erudito es una especie de Narciso que se regodea con lo que sabe y le encanta decir lo que sabe y es lo que va creando una imagen bien negativa...


JLRG: Monstruosa, incluso…

JLMS: ¡Por supuesto! Cuando lo otro, lo comunicativo, es esencial. Si la erudición se compartiera realmente dejaría de ser erudición, porque el erudito se daría cuenta de la ridiculez de su actitud para convertirse en alguien que propone su conocimiento para que los otros vayan a su vez abriéndose camino y construyendo también su propio conocimiento. Y, entonces, se convierte en una propuesta comunicativa que forma comunidades de conocimiento. Lo ideal es eso: formar comunidades de conocimiento.

Sé que pronunciarlo así es una utopía absoluta, pero las utopías nacen, por lo regular, en momentos de absoluta desesperación. Y creo que sería muy positivo abonarle campo de esta utopía con algo muy cierto: basta con trabajar un poco de tiempo con niños pequeños con la lectura para advertir que es posible cambiar su mirada y enriquecerla.

Insistiré en que no siempre es algo cien por ciento positivo, porque hay zonas oscuras que uno descubre en sí mismo a medida que va afinando sus procesos de lectura y demás; pero, ¿no es así la vida? Realmente la vida es así; está integrada por claroscuros, es imposible no verlo; sólo en los primeros cuentos de Hermann Hesse se ve con claridad el mundo luminoso y el mundo ominoso…


JLRG: Y ya después, cambia completamente…

JLMS: Por supuesto, cambia. Y se va alternando la sombra con la luz; es así la vida. Cuando un individuo se forma en la lectura, es este individuo que de pronto, sí, advierte lo oscuro, pero sabe también dirigir su atención a lo luminoso. Y va equilibrando su paso por el mundo en ese sentido. A diferencia de quien no sabe hablar consigo mismo, no sabe hablar con los demás, se endiosa con la idea de su idea del mundo y se va creando una soledad acompañada impresionante. Lo que vemos, por ejemplo, en grupos de jóvenes que tienen su cabeza metida en el celular, a pesar de que están reunidos y no se están hablando absolutamente nada.

Estas soledades de pronto duelen porque no se está construyendo el individuo que sabe crear ciudadanía. Pasamos de ser un archipiélago que de pronto tendía algunos puentes con las otras islas a, de pronto, una deriva de islas que quién sabe adónde van… Visto así es muy amargo el panorama. Pero, por supuesto, está la lectura, y está el proceso educativo…


JLRG: Un conjunto de islas movido además por un mar bastante feroz, ¿no?

JLMS: Proceloso, como diría Homero…


JLRG: Proceloso, ciertamente. Pero además, dentro de este punto, destacar lo interesante que puede dar algo tan simple como regalar algo a los demás…

JLMS: Claro. Pero es un compromiso que sólo nace cuando tú sabes hablar contigo mismo, cuando tú sabes leerte y, en consecuencia, puedes proponer. De lo contrario, si hay un vacío en ti, lo único que puedes dar es algo vacío. Y si te topas con otro vacío, pues el vacío crece…


JLRG: Claro. Algo muy parecido a ciertos principios del amor: el que se siente amado puede amar y puede dar al otro algo de sí; en cambio, el que no, por más que se intente…

JLMS: …no fragua, sí. Finalmente la educación es un acto amoroso y es un acto de cuidado. Por eso es tan triste advertir en qué se ha convertido por actos egoístas: heredar plazas, crear este tipo de vacíos terribles que obedecen a consideraciones muy personales, pero que no dejan de ser criticables y ha dado al traste con el compromiso de quien está al frente de una responsabilidad mayor como es la educación.

Si a los médicos se les sigue exigiendo que rindan el juramento a Hipócrates, a un profesor tendrían que exigírselo también. Porque un médico, por supuesto, se compromete a no hacerle daño a su paciente, pero un profesor no se compromete a no hacerle daño a sus alumnos…


JLRG: Cuando hay muchos casos también…

JLMS: Hay infinitos casos donde se le hace daño al niño. Un niño que atravesó por primero y segundo grado con profesores malos va a tener un rumbo cuesta arriba para los cuatro años que le siguen. A lo mejor se logra algo, pero son situaciones que merecen el comentario y, para quien está al frente del aula con estos niveles educativos hay que hacerle ver por lo menos el compromiso que tiene.

Y creo que un trabajo que pueden desarrollar los programas de literatura es este trabajo con profesores. Tengo la prueba de que hay profesores que de pronto no habían visualizado que, haciendo variaciones muy sencillas, se puede trabajar un texto de su libro de trabajo fructificándolo. Ahí es donde entraría la gente de Letras con estrategias para volver más dinámico el contacto con la lectura. Y esto modificaría el perfil de egreso de nuestros estudiantes, y al mismo tiempo, daría una muestra del compromiso social de un programa de esta naturaleza.

De pronto no se ve claro cuál podría ser el compromiso social en un programa de los nuestros. Pero sí existe, y tiene que ver, entre otras cosas, con el asunto educativo.



José Luis Martínez Suárez (Xalapa, 1958). Egresado de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana “Enrique C. Rébsamen”. Licenciado en Letras Españolas y maestro en Literatura Mexicana por la Universidad Veracruzana. Es profesor de tiempo completo del área de Literatura en la Facultad de Letras Españolas de la UV, entidad de la que fue director. En la misma institución ha sido coordinador académico de la Escuela para Estudiantes Extranjeros y director general del Área Académica de Humanidades. Además, es bibliotecario en la Biblioteca de la Ciudad de Xalapa. Ha publicado diversos libros y capítulos sobre literatura. El Gobierno del Estado de Veracruz reconoció su desempeño por varias décadas como difusor de la lectura, y actualmente desarrolla una investigación acerca de la lectura en voz alta.


José Luis Rangel Gasperín (Xalapa, 1997) estudió Letras Hispánicas en la UNAM, así como un diplomado en Creación Literaria por la Universidad Veracruzana. Entre 2012 y 2016 publicó en el Diario de Xalapa su columna “Mar de tinta”, que versaba sobre cuestiones de literatura contemporánea. Ha sido becario del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM y miembro de Soga viviente, proyecto de fomento a la lectura en Hueyapan, Morelos, surgido a raíz del sismo de 19-S. Jardín de noche es su primer libro de cuentos.

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