Edgar Humberto Paredes*
LA TARDE ES UN CORRAL AMARILLENTO donde todo es posible, caverna donde busco la hondura de los márgenes frente al poder desinflamado del arbusto como estampa de muerte y de semilla.
Yo presiento que a estas horas todo se dispone a nacer, que todo se piensa en la ventana y que el cuerpo ambarino del cristal se piensa y se anida en la frescura naciente, casi mortuoria, salina. Imagino también que la gente aguarda ansiosa para hacer el amor, húmeda en las horas en que escurre el apagón de oro.
Mientras tanto, hago lo que puedo: miro afuera, busco palabras, recojo la memoria de la leña del viento -ardor ya flexionado-, y sé que en esta levedad del día rugen todas las bisagras inútiles y alegres.
Evoco esto a medianoche, y ahora el corral es una soga, enorme y podrida, punzando el pan, la arteria y el deseo.
HE CONFIRMADO LO QUE ANUNCIAS, lo que admites muy tenue: te quieren, se te acercan, destellan como ardientes anillos temblorosos que procuran ramajes de tu orilla o contornos lunáticos del rayo.
Ayer te vi pasar acompañada, volcán en la mejilla grisácea de la tarde, péndulo de mar entre una roca infinita y aquel cuerpo midiéndote a un costado con la ternura temprana de la ola. A poros nítidos, risueña, tientas los guijarros negros de un caudal de pétalos vibrantes.
Lo he notado: te adoran te persiguen con el sigilo trémulo del viento previo a la tormenta, y yo, de tanto amor, de tanto ver que crujes alumbrada, estoy pleno brillante como el polvo que encara la ventana en una aurora de amarillos cantos.
Edgar Humberto Paredes Ornelas (Autlán de Navarro, Jalisco, 1996) es estudiante de séptimo semestre de Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Veracruzana. Ha sido presentador de La Palabra y el Hombre. Actualmente forma parte del comité editorial de Pérgola de Humo.
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