Mercedes Angélica Acosta Viveros
El tono de todo este escrito es meramente mediático.
Estoy enfrente del espejo, mamá. No soy yo. Tengo una forma imaginaria. Soy una artista. Claramente, en el espejo, detrás de mis parpados me veo sentada conversando con Jimmy Fallon sobre mi obvia carrera exitosa, lo mucho que me puede gustar Pete Davidson o Evan Peters, cómo nuestra relación es sensacional y sobre lo que no le cuento a nadie. ¿Tengo mamá?
El flash del piso frío en los calcetines sucios revuelve el estómago del personaje. Se ve en pijama parada en su espejo, de pronto ve su cama acomodada y recién descubierta. Se acaba de levantar de la segunda siesta a las 2 de la tarde.
—Hacia el fin del 2021 el algoritmo de internet me remite al tema de la construcción del subconsciente a través de la materialidad de la memoria —digo con seguridad a los ojos sin detalles, pero que mi lengua sabe su textura, del entrevistador americano con mi mal inglés. Continúo:
—Recuerdo, por ejemplo, un episodio de Rick and Morty (temporada 3, episodio 1) donde la representación del subconsciente de este anciano súper inteligente se revela como una ciudad y un restaurante señuelo, donde los recuerdos los trastorna el sujeto a su conveniencia. Éste, Rick, cambia los recuerdos porque es de los pocos que tiene esa capacidad —el entrevistador me mira con asombro y pide, junto con el público, que diga más.
Con una sonrisa encantadora, delante del espejo, continúo:
—Obviamente encontré familiaridad con el último episodio de la primera temporada de Trabajo incógnito, donde Reagan construye y viaja a su subconsciente, lleno también de recuerdos alterados por un ser muy inteligente, pero la representación de su memoria es un legado de lo que se ve a lo largo de la serie: una pizarra de teorías conspirativas —miro a Fallon entusiasmado y para nada aburrido.
Los ojos del personaje dan lástima. No están en la realidad en la que se narra esto. La soledad es inmensa y se preocupa en crear recuerdos que no le hagan percibir su subconsciente. Sigue delante del espejo. Absorta en su imaginación y ésta no tiene forma, o bueno, yo no la conozco.
―Es como en esta película de Disney, Inside-Out, donde Riley crea un corredor de-e, de recuerdos y algunos se van al olvido porque son muchos, ¿no? —dice el entrevistador.
—¡Exacto! —respondo y la gente aplaude y ríe.
—Pero, Jimmy —digo—, ¿qué significa la memoria en estos reflejos de nuestra contemporaneidad? Me pongo mucho a pensar en cómo cataloga el ser humano estas representaciones de las memorias. En cada episodio y reflexión que existe del recuerdo en estos ejemplos es claro que los personajes tienen un trauma, hay un evento de tristeza, una incógnita pérdida o mucha rabia. Existe una violación de lo sensible para el portador y de ahí en fuera no hay nada.
¿Qué está haciendo? No la conocen. Es más triste de lo que parece. No sólo está hablando, ¡en voz alta!, de su propia imaginación y lo único que ve durante las 24 horas del día, también cree y profesa que hay gente que la oye, que le interesa su argumento. El cuerpo no se mueve casi nunca, sólo la cara, y los brazos por su tic y lo nerviosa que la pone el escenario. Cree que llegará a algún lugar.
—Y obviamente, Jimmy, yo sé que te encanta tener la exclusiva y que tu programa sea interesante —digo con seguridad y con increíble omnipotencia sobre el programa, y todo lo que rodea. La gente aplaude mientras Jimmy, absorto, me apremia y pide seguir escuchando mi discurso.
—En la literatura, por ejemplo —los deleito con mis palabras—, es común que los escritores usen el flashback para explicar el pasado de los personajes. Recuerdo un libro que leí hace muchos años, Los fantasmas de Fernando de Jaime Alfonso Sandoval, donde se ve cómo el pasado le esclarece y revela los fantasmas al protagonista, que le ayuda a perseguir un futuro mejor. O como en Nadie me verá llorar de Rivera Garza, donde la narración fragmentaria se construye para explicar el pasado de la protagonista, que es de nuevo, doloroso y esclarecedor para terceros, sobre el carácter y presente de los personajes. Se utiliza el pasado como un justificante no sólo en la ficción, sino en la realidad.
—¿Pero para qué sirve el pasado y esa representación de la memoria? Es explícito y también se refleja en nuestro rostro —las ojeras destellan y el cabello deja de ser perfecto—, y aunque quisiéramos, optamos por endulzar la violencia real con esos hechos que no vivimos, pero que por empatía compartimos, para poder decirle al otro "está bien, te entiendo... no lo vuelvas a hacer". Todos fuimos víctimas.
Jimmy Fallon la dejó. La multitud vuelve a no tener rostro, pero sí un peso que nunca tuvo (fantasmas, fantasmas, sólo fantasmas). La luz está sobre ella y sus ojos llenos y totalmente expresivos. Pero nadie la ve. El espejo la sigue reflejando, sin fondo y en otro espacio donde no hay tiempo.
—Fui víctima y construí figuras paternas en patrones, ídolos y sagas que me ayudaron no sólo a entender mi presente, sino a justificar a los agresores en mi pasado. Pero a todo esto ¿qué significa la memoria en la literatura?, ¿en las películas, series? Veo que sirve para esclarecer personajes y rostros, para que en la reflexión se justifiquen sus acciones o formas. Para que el receptor empatice y pueda decir "claro, yo con tu historia estaría igual de jodido". La representación de la memoria, propia e individual de cada ser humano es abstracta pero competitiva. En todas hay similitudes: recuerdos borrados, pensamientos intrusivos.
Ilustración Luis Migranas
No existe la inocencia en una mente que lleva años cosechando imágenes vivas por al menos un año. La memoria, el recuerdo, los reconocimientos se corrompen y trastornan: la vida humana es horror existencial.
Regresó. Está en pijama. Su cuarto apesta a un espacio cerrado. Todo está amontonado pero limpio. Hay muchas cosas que no necesita, pero acomodan su realidad para que funcione la imaginación. Ya no está Fallon, el público se escondió. Ella sigue con palabras atoradas, cada vez más inaudibles en su boca, pero ya no la escuchan en su cabeza. Está ella en el espejo, despreciada por su imagen, pero llena de palabras. Con valor:
—Detrás de todo esto —digo al ente delante del espejo mientras me llama mi mamá por teléfono—, existe la salvación de la ambigüedad que hay en esos recuerdos. Son manipulables. Somos seres que maleamos el entorno, pero también nuestra mente. Entonces, ¿qué es lo que no puede mentir o qué es realidad?
Mercedes Angélica Acosta Viveros (1999). Estudiante de Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Veracruzana.
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